5.3. Mala espina

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Andábamos seguros de que el señor don Juan Pardo volvería a ser elegido presidente de la Cámara de Diputados. Pensábamos que para eso era nuestro señor don Juan. Que para eso era hermano del señor Pardo que nos manda.
         Pero de repente ha flaqueado nuestro convencimiento.
         El pardismo no tiene confianza en la reelección del señor Pardo. Dice que él tiene. Pero lo dice sin bríos. Y muestra en su gesto y en su ademán un desasosiego que lo contradice. Su palabra dice que sí; pero el tono decaído de su voz dice que quién sabe.
         Y no hay, sino que oír a algún pardista comunicativo.
         —¡Eso de la presidencia del senado es muy interesante! ¡Muy interesante! —exclama la gente.
         Y el pardista asiente por supuesto:
         —Muy interesante.
         Pero enseguida se le escapa una gota de su inquietud.
         —¿Y de la presidencia de la Cámara de Diputados, qué se habla?
         Y la gente se asombra:
         —Nada. No se habla nada. ¿Qué se va a hablar de la presidencia de la Cámara de Diputados?
         Y el pardista vuelve en sí entonces:
         —¡Claro! ¡Que se va hablar! Y se marcha.
         Poco a poco, naturalmente, la ciudad comienza a preocuparse de la presidencia de la Cámara de Diputados. Y comienza a creer que no será otra vez para el señor Pardo. Y comienza a asegurar que el donjuanismo político del señor Pardo tiene sus límites y tiene sus reveses como todos los donjuanismos.
         Estas voces nos sacan de la imprenta y nos llevan a un corrillo murmurador donde se tejen muchas conjeturas.
         Y donde nos afirman:
         —Deveras. El señor don Juan Pardo no será reelegido.
         —¿Pero no es pardista la mayoría?
         —Es pardista. Solo que el pardismo de todos sus miembros no es igual. Y solo que cuando vota secretamente puede ser menos pardista que de costumbre. Menos pardista o menos mayoría.
         —¿Y se conspira contra la reelección del señor Pardo?
         —Se conspira. Se conspira por varios motivos. Se conspira por travesura. Se conspira por interés. Y se conspira por gusto. Por gusto de conspirar contra el señor Pardo.
         —Pero, ¿quién puede ser elegido presidente de la Cámara?
         —Cualquier diputado eminente. Cualquier diputado pardista. Cualquier diputado pardista que no sea el señor Pardo.
         —¿El señor Manzanilla?
         —El señor Manzanilla no es pardista.
         —¿El señor Solf y Muro?
         —El señor Solf y Muro tampoco es pardista.
         —¡Dennos ustedes un nombre entonces!
         —¿Un nombre? El señor Tudela. Y otro nombre. El señor Maúrtua.
         —¡Pero si el señor Tudela es ministro! ¡Pero si el señor Maúrtua es ministro también!
         —Es que pueden dejar de serlo oportunamente.
         Y nosotros miramos que puede ser verdad.
         Solo nos negamos a creer en la posibilidad de que el señor Maúrtua cambie el ministerio de hacienda por la presidencia de la Cámara. Sabemos que jamás sería del gusto del señor Maúrtua dirigir las sesiones de la Cámara, pasarles la mano a los diputados, poner en la lista de los inasistentes al señor Manzanilla y tocarle la campanilla a la barra. Porque el señor Maúrtua no es para esas cosas. Y porque el día de la primera sesión el señor Fariña, con más números que nunca sobre su carpeta, podría ponerse de pie solemnemente para decirle:
         —Pido la palabra.
         Y entonces el señor Maúrtua, privado del placer de interrumpirlo y picarlo, no sabría qué hacerse con la campanilla.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 5 de julio de 1918. ↩︎