5.11. Palique no más

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El instante es del leguiísmo.
         El cablegrama del señor Leguía, llegado a la embajada inglesa, anda todavía de mano en mano. Y la gente lo relee a cada rato no para ver lo que dice sino para ver lo que no dice. Lo que no dice que, a juicio de la gente puede ser más que lo que dice.
         Locos de entusiasmo los leguiístas se quitan el saco para gritar:
         —¡Viva Londres! ¡De Londres nos ha venido Mr. Bunsen! ¡Y de Londres nos ha venido el mismo día un cablegrama del señor Leguía!
         Y hay quienes por aburrirlos les preguntan:
         —¿Un cablegrama del señor Leguía? ¿Y qué dice ese cablegrama? Pero los leguiístas no responden sino:
         —¡Dice que viene!
         Y se van corriendo con el saco en la mano.
         El señor Leguía, sin embargo, no dice en su cablegrama solamente que viene. Dice mucho más. Dice que no quiere que haya convención de los partidos. Dice que no hay tales partidos. Dice que no hay sino una oligarquía que todo lo guisa y acomoda.
         Mas para los leguiístas no dice, sino que viene. Que viene y que viene. Que viene muy pronto. Y que avisará oportunamente su partida.
         Andando por el centro nos hemos tropezado con el señor Salazar y Oyarzábal que se ha echado a recorrer todos los jirones de la ciudad como un generalísimo.
         Y el señor Salazar y Oyarzábal, con más eses que nunca, nos ha gritado:
         ¡Ya ven ustedes, jóvenes amigos! ¡No hay plazo que no se cumpla! Y nos ha dejado sin saber qué responderle.
         El cablegrama, mientras tanto, absorbe los comentarios. Para los gobiernistas aún no es un cablegrama definitivo. Para los leguiístas lo es. Para todos es un cablegrama trascendental.
         Nosotros que queremos saber más del cablegrama. Queremos saber únicamente lo que se piensa del cablegrama. Lo que piensan los jefes de partido. Lo que piensan los candidatos. Lo que piensa el presidente de la República.
         Y nos echamos a buscar al doctor Durand para reportearlo amistosamente. Pero lo buscamos sin fortuna.
         Se nos dice en su casa:
         —El doctor ha salido.
         Y en la calle se nos dice:
         —El doctor Durand está en una conferencia con el señor Aspíllaga.
         Y a la vuelta de cada esquina se nos repite:
         —¡El doctor Durand y el señor Aspíllaga, juntos!
         Y entonces nos sentimos a punto de caernos al suelo.
         —¡El doctor Durand y el señor Aspíllaga, juntos!
         Y entonces nos sentimos a punto de caernos al suelo.
         —¿El doctor Durand ha venido a Huánuco para conferenciar con el señor Aspíllaga?
         Nadie nos responde.
         Hasta que un liberal nos explica que no ha habido conferencia. Que no ha habido, sino que el señor Aspíllaga le hizo al doctor Durand una visita de saludo. Y que el doctor Durand le ha pagado la visita.
         Mera cortesía social.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 13 de julio de 1918. ↩︎