4.26. La fuerza es así

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Han pasado tres días terribles.
         Tres días terribles para la república. Tres días terribles para el periodismo. Tres días terribles para nosotros. Tres días terribles, sobre todo, para el gobierno del señor Pardo.
         El primer día un grupo de oficiales, enfadado contra Nuestra Época, vino a esta imprenta en son de combate.
         Y entonces el gobierno del señor Pardo ordenó:
         —¡Sumaria investigación! ¡Arresto inmediato! ¡Orden general de censura!
         Y clamó al cielo:
         —¿Dónde estamos?
         El segundo día los oficiales arrugaron el ceño, miraron de mal modo a Palacio y se encogieron de hombros.
         Y entonces el gobierno del señor Pardo bajó la voz:
         —Bueno. Arresto, no. Pero orden general, sí. Orden general de censura. Censura para Nuestra Época y censura para la agresión. Una mano de cal y otra de arena.
         El tercer día los oficiales se juntaron en el Palais Concert, tomaron champaña, chocaron sus copas, sonaron sus espadas y se encaminaron en corporación a Palacio silbando una polka.
         Y entonces el gobierno del señor Pardo se echó en sus hombros:
         —Yo los acompañó a ustedes. Yo soy todo suyo. Suyo afectísimo.
         Y ni una palabra de la sumaria investigación, ni una palabra del arresto, ni una palabra de la orden general.
         Solo una palabra de despedida para el coronel La Fuente caído digna y pundonorosamente. Pero una palabra a la sordina. Una palabra sin eco. Una palabra muy queda.
         Total: una comedia gubernativa entres jornadas. Una comedia con un poco de drama. Y con final de tragedia muda.
         Una comedia que ni siquiera es original. Que es muy vieja. Que es muy corriente. Que es muy conocida.
         Y que —según la gente que se refocila con las misceláneas de la tradición— fue estrenada en París hace muchos años, en los tiempos de Napoleón el Grande, por una gaceta ilustre: El Monitor órgano de la monarquía. El primer día anunció esa gaceta la fuga de Napoleón de la isla de Elba. Y lo hizo con este rubro: “El usurpador se ha evadido”. El segundo día anunció el desembarco de Bonaparte en Francia. Y lo hizo con este rubro: “Bonaparte ha pisado suelo francés”. El tercer día anunció la entrada de Bonaparte a París. Y lo hizo con este rubro: “Nuestro querido emperador está entre nosotros”.
         Todo como mandado a hacer para que el señor Corbacho nos diga desde el fondo de sus archivos:
         —La historia se repite…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 28 de junio de 1918. ↩︎