1.15. Muy sereno, muy tranquilo

  • José Carlos Mariátegui

 

        1Pasa algo trascendental. El señor don Ántero Aspíllaga se ha confesado ya candidato a la presidencia de la República. Candidato del civilismo pardista. Candidato del gobierno. Candidato de sus amigos que son muchos. Candidato de sus hermanos que no son sino dos. Candidato del señor Pardo que no es sino uno. Candidato de don Pedro de Ugarriza que también no es sino uno. Uno y único.
        Hasta antes de ayer el señor don Ántero Aspíllaga no se había declarado candidato en público. Su política era solamente una política silenciosa y privada de galantería, de donjuanismo y de requiebro. Y su contestación a las preguntas de la gente curiosa era, sistemática y pertinazmente, esta contestación:
        —¡Amigos míos, yo estoy muy sereno, muy tranquilo, muy ecuánime!
        Pero uno de nuestros cronistas, el más osado de todos, ha sabido penetrar bruscamente en el pensamiento del señor don Ántero Aspíllaga, rompiendo la línea Hindenburg de su discreción risueña.
        Abordado por este cronista, el señor Aspíllaga pretendió detenerlo con una respuesta escurridiza:
        —¡Yo no soy candidato!
        Mas entonces lo presionó el cronista:
        —¡Luego el rumor público que lo dice es un rumor mendaz, un rumor falso, un rumor infundado!¡Luego usted, señor Aspíllaga, nos autoriza para desmentirlo! ¡Luego usted no aspira a la presidencia de la República!
        Y el señor Aspíllaga tuvo que hablarle así:
        —¡Eso no! Yo no soy candidato. Mejor dicho, yo no soy candidato todavía… Pero mis amigos se empeñan en que lo sea. ¡Mis amigos y mis correligionarios!
        Hizo el cronista el resumen del reportaje:
        —Bueno. ¡Usted no es candidato todavía! ¡Todavía no es usted candidato!
        Y se despidió del señor Aspíllaga. Y vino apresuradamente a repetirnos sus palabras. Y a asegurarnos que le había pedido:
        —¡Trátenme con cariño!
        Publicadas las palabras del señor Aspíllaga, la gente ha tenido que mirarlas como la declaración pública de que es candidato. Aunque el señor Aspíllaga haya dicho que todavía no lo es. Aunque haya aseverado que todo no es hasta ahora sino cosa de sus amigos y correligionarios. Que es como quien dice cosa del gobierno del señor Pardo.
        —¡Todavía no!
        Este ha sido siempre el sí de los candidatos nacionales. El sí que no quiere ser sí muy pronto. Pero que tampoco quiere que se le tome como un no. Y que tiene acaso la misma psicología del sí de las niñas.
        Un sí que suele agregar:
        —Ocurre que yo no deseo ser candidato. ¡Solo que mis amigos quieren obligarme a desearlo! ¡Y yo soy muy asequible con mis amigos!
        Desde ayer es, pues, el señor don Ántero Aspíllaga más candidato que nunca. Está irresoluto. Está indeciso. Está vacilante. Pero, sobre todo, está ya convicto y confeso.
        Y ahora, con una mano sobre sus declaraciones, tenemos que preguntarnos únicamente cuándo mandaremos a nuestro cronista a hacer otro reportaje análogo. Que ya no será, sin duda alguna, al señor Aspíllaga. Sino, más bien, al señor Tudela y Varela.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 24 de marzo de 1918. ↩︎