4.24. Tarde mixta

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El parlamento continúa animándose. Hubo ayer una sesión secreta. Entre nosotros las sesiones secretas son sintomáticas. Y en este momento tienen que serlo más todavía, porque para algo se halla el ministro de Relaciones Exteriores en un trance solemne e histórico.
         La sesión fue mixta. Cabeceada la llamó el señor Abelardo Gamarra. Hasta las cinco y media de la tarde funcionó la Cámara con las puertas abiertas. Desde las cinco y media funcionó con las puertas cerradas.
         En su escaño angular y recatado reapareció el señor Ruiz Bravo para entrar en acción inmediatamente. Señaló con el dedo la crisis de las subsistencias y le preguntó a la Cámara de Diputados qué había hecho para aliviarla. Y presentó un proyecto que es el primer jalón hacia el abaratamiento.
         Transcurrió así, muy suavemente, la sesión pública. Un pedido. Otro pedido. Otro pedido. Constatamos que el señor Urbina no ha amnistiado todavía a los frailes de Huanta. Advertimos que no ha amenguado su pertinacia anticlerical y regionalista.
         Y salimos al Salón de los Pasos Perdidos para dejar a solas a los diputados con el señor Tudela y Varela.
         El señor Tudela y Varela entró a la Cámara totalmente persuadido de que el país tenía puestos los ojos en su figura. Estaba asistido de su secretario. Y llevaba bajo el brazo los papeles trascendentales de la cancillería.
         En los pasillos había curiosidades:
         —¿Terminará hoy la sesión secreta?
         —¿Nos habremos decidido a declararle la guerra al Káiser?
         —¿Nos incautaremos de los barcos alemanes?
         —¿Qué tal ministro de Relaciones Exteriores sería Clovis?
         —¿Por qué no se lo preguntamos a él mismo?
         —¿Intervendrá en el debate lo mismo que ayer, instigado por su invencible verbosidad, el señor Pedro Moreno?
         Y en la sala de sesiones el señor Tudela y Varela hacía luego una exposición sonora de nuestros negocios extranjeros y de nuestras controversias con Alemania.
         Se iniciaba la discusión con serenidad, con ponderación y con cordura. Frases discretas del señor Tudela y Varela. Frases importantes del señor Ulloa. Dúplica del señor Tudela y Varela.
         Pero la fatalidad acechaba desde la farola impertinente y burlona.
         En los momentos en que el señor Tudela y Varela decía que iba a hacer luz en el debate, la luz eléctrica del salón se apagaba repentinamente y la Cámara entera exclamaba:
         ¡Nos hemos quedado a oscuras!
         En las tinieblas sonaban voces más o menos audaces y más o menos risueñas.
         Una voz afirmaba:
         —¡A oscuras nos quedamos casi siempre!
         El señor don Juan Pardo anunciaba con una entonación llena de contrariedad:
         —¡Se suspende la sesión para continuarla el viernes!
         El señor Tudela y Varela pedía:
         —¡Un fósforo! ¡Un fósforo para recoger mis papeles!
         Y el señor Ruiz Bravo encendía el fósforo que iba a alumbrar a la cancillería.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 30 de agosto de 1917. ↩︎