4.1. Día primero

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Este es ya un día vulgar.
         Empezará hoy a ser ardiente y definida la temporada política. Entrará en sus horas de polémica y batalla. Iniciará esta tarde el Parlamento sus funciones de legislador. Comenzará a dar leyes y mociones. Votos sorpresivos y votos habituales. Votos tremendos y votos nimios. Votos sonoros y votos tenues. Y nos sentiremos en una república feliz y normal, dueña de tres grandes poderes activos, laboriosos y eficaces.
         Vamos a tener puestos los ojos a un mismo tiempo en el Gobierno, en el Congreso y en la Suprema. Para los tres este minuto histórico es muy importante. Los tres están en la epidermis de papel de la actualidad. Los tres siguen su camino personal y privado. Los tres interesan a la política y a la opinión criollas. Raras veces una temporada política poseyó tanto interés como esta. Jamás reunió el funcionamiento trascendental de los tres poderes públicos. Solo el Congreso y el Gobierno llegaron a ser sacudidos simultáneamente por la nerviosidad política en las distintas fases de nuestra historia.
         El Gobierno empieza haciéndose el chiquito para que le perdonen sus muchos pecados y yerros. Se queja de que lo fastidian y lo calumnian. Pide leyes que lo amparen como a un pobre menor de edad desvalido. Pone el grito en el cielo. Reclama que le aprueben pronto el presupuesto. Hace bulla. Habla de la patria. Y se arrodilla con las manos cruzadas sobre el corazón para que crean que es un santo.
         Pero el país se sonríe.
         Vuelve a sonar el grito inexorable de la responsabilidad suprema:
         —¡Nos falta Grau!
         Se calla el señor Pardo.
         Y gritan desolados sus parciales:
         —¡No hagamos política! ¡Estudiemos el presupuesto! ¡Seamos buenos! ¡Miremos el futuro! ¡Olvidemos el pasado y el presente!
         Mas las gentes se aferran al presente y se aferran más todavía al pasado, en tanto que el señor Pardo quiere pasar como sobre ascuas sobre el presente y doblar para siempre la foja del pasado.
         Gran error del señor Pardo.
         En esta tierra nos preocupamos muy poco del presente, pero nos preocupamos mucho del pasado. La psicología nacional tiende alternativamente a la reminiscencia o al augur. Nuestro pueblo parece un pueblo de evocaciones y de adivinanzas. Cuando aquí no pensamos en el Centenario es seguramente porque estamos pensando aún en el 15 de mayo.
         Por eso el señor Pardo está tan amenazado. Por eso el señor Pardo oye tantos gritos hostiles. Por eso el señor Pardo presiente tantas intenciones aviesas.
         Y por eso empieza a hacerse el chiquito.
         Para que le disculpemos el pasado ha ido al Congreso rodeado de un gabinete nuevo. De este gabinete nuevo ha hecho su escudo. Se ha desembarazado con grandes aspavientos del gabinete del señor Riva Agüero. Y lo ha aventado muy lejos como quien avienta un traje sucio.
         Todo en vano.
         Este gabinete nuevo, tan tierno, tan suave y tan cortés, no es más que una víctima.
         Hasta ahora no le ha hecho ganar al señor Pardo un solo amigo más ni un solo enemigo menos. Antes bien ha aumentado los descontentos. Hay ya muchos rencores y muchos enconos flamantes contra el señor Pardo.
         Cuentan las gentes que el señor Riva Agüero ha estado pensando porfiadamente en un manifiesto que lo dejará limpio de responsabilidades.
         Y que el general Puente, aunque no piensa en otro manifiesto, anda por los corredores del Club de la Unión sonando su espada.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 1 de agosto de 1917. ↩︎