3.8. Ocho millones

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Para atajar todo desvío, apaciguar todo arrebato, aplacar todo enojo, suavizar toda destemplanza y cohibir todo ímpetu, es dueño el señor Pardo de un recurso más valioso, a su juicio, que los ardides, añagazas y trapacerías de la política criolla.
         Cree el señor Pardo que los problemas políticos tienen siempre su mejor solución en la solución económica. Un gobierno con plata es, a su parecer, un gobierno fuerte y estable. No necesita ser un gobierno moral. Le sobra con ser un gobierno rico, así para su brillo en la historia como para su paz y sosiego cotidianos.
         Fiel a este postulado, cuando el crimen del cuatro de marzo encendió una conflagración política, el señor Pardo pensó que saldría victorioso de tanto estremecimiento y tanta tormenta mediante el restablecimiento de la antigua escala de sueldos de los servidores del Estado.
         Y hoy que se renuevan las expectativas inquietantes de la temporada parlamentaria, el señor Pardo vuelve a poner los ojos en la hacienda nacional. Va a sacar de ella el remedio de las perturbaciones políticas y de las turbulencias legislativas. Y encuentra en el superávit, una vez más, el broquel, la coraza, el escudo y el peto de su administración.
         En el Banco Americano posee el gobierno del señor Pardo ocho millones de soles que serán, en las frases altisonantes e insufladas del mensaje, la única defensa, el único argumento y la única justificación de este pardismo que nos tiene atarazados y maltrechos.
         Un grito ampuloso y sonoro del señor Pardo vibrará en el recinto del Congreso en la tarde del veintiocho de julio para entusiasmo convencional de los hombres de la claque y fascinación ingenua de los hombres sencillos:
         —¡Tenemos ocho millones!
         Ensayando este grito, preparando el ademán que lo subrayará y estudiando la pausa que le dará adorno y solemnidad, se mira a veces en el espejo el señor Pardo.
         Vive persuadido el señor Pardo de que es poseedor de una sorpresa muy grande. Asístele la convicción de que asombrará y deslumbrará a todas las gentes. Y les dice a sus íntimos que esta “sorpresa”, que es como una de esas inocentes “sorpresas” de las fiestas familiares, apagará las rebeldías latentes y desconcertará las rebeldías clamantes.
         Es nuevamente la solución económica del problema político.
         Acaso los suspicaces y redomados políticos de Palacio pongan en duda el éxito de la declaración triunfal y orgullosa del mensaje. Tal vez piensen que mejores tentar a los civilistas reacios y tentar a los constitucionales resentidos. Pero seguramente se callan y dejan florecer en la amable tibieza de la estancia presidencial, como en un invernadero, la dorada ilusión del señor Pardo.
         El anuncio del grito teatral en gestación, despierta ya alborozos y congratulaciones. Los amigos asiduos del gobierno le han tributado los primeros aplausos. Ha habido jocundas explosiones de entusiasmo en los ensayos íntimos.
         No quiere más el señor Pardo.
         Únicamente le preocupa candorosamente la reserva. En la divulgación clandestina de su proyecto ve un peligro. Le teme a las aguzadas malevolencias del humorismo metropolitano.
         Y es por concitarlas y requerirlas, precisamente, que nosotros denunciamos el plan del señor Pardo y nos adueñamos del placer de avisarle al país que tenemos ocho millones de soles en el Banco.
         Solo que no podemos proclamarlo en el recinto del Congreso llenos de la autoridad majestuosa del señor Pardo, megalómano y poseur


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 10 de julio de 1917. ↩︎