3.15. El affiche pardista

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El pardismo quiere recobrar todos sus señoríos tradicionales. Su presidente de la República por antonomasia fue siempre el señor don José Pardo. Su presidente de la Cámara de Diputados por antonomasia fue siempre el señor don Juan Pardo. Y pues está en la Presidencia de la República el señor don José Pardo es preciso poner en la presidencia de la Cámara de Diputados al señor don Juan Pardo.
         Esto no es revolucionario. El pardismo ama la tradición y el pasado. Son la tradición y el pasado quienes hacen candidato a la presidencia de la Cámara de Diputados al señor don Juan Pardo. Se trata solamente de la restauración de un derecho de nuestra aristocracia criolla y advenediza.
         El señor don Juan Pardo no es el benjamín de los señores Pardo. Pero es su personero elegante y buen mozo de la política. Y es el más cauto y experimentado en los ardides del parlamentarismo nacional.
         Algún día los cronicones cortesanos harán el elogio, la loa y el enaltecimiento de este gran señor que en la historia de nuestro Parlamento parecerá acaso un bienamado patriarca de la grey indígena y ciudadana de Carabaya.
         Espera el país ese día para conocer y entender mejor sus aptitudes aún no divulgadas por los pregoneros de la gloria pardista ni glosadas por sus perspicaces comentadores ni sahumadas por sus rituales turibularios.
         Apenas si sabemos hoy las gentes de esta tierra que el señor don Juan es flor y espejo de políticos peruanos, garzón encanecido en las empresas galantes y en las añagazas palatinas, histórico diputado de la provincia de Carabaya, técnico profesional de los tejidos de algodón y de otros varios tejidos, emersoniano paladín de nuestra burocracia decorativa y sonora, prototipo y dechado de la capacidad pardista y, sobre todo, buen hermano del señor Pardo que nos manda.
         Nada más sabemos.
         Y si algo más sabemos es tan trivial o tan escurridizo que nos lo callamos.
         Asevera el comentario callejero que para el pardismo cada uno de los señores Pardo tiene personales y fisonómicas aptitudes. Han nacido para lo que son. Representan el cumplimiento de una intención providencial.
         Tenemos que aceptar entonces que el señor don José Pardo ha nacido para presidente de la República, el señor don Juan para presidente de la Cámara de Diputados, el señor don Felipe para embajador en Washington, el señor don Luis para gerente de la fábrica de tejidos de “La Victoria” y el señor don Enrique para gobernador de las tierras y mesnadas de la familia.
         Hay en la afirmación pública un convencimiento que anonada toda rebeldía. Oyéndola se piensa que este pueblo es fatalista y reaccionario. O que ha perdido la fe en la eficacia del esfuerzo.
         El señor don Juan hace su camino a la presidencia de la Cámara de Diputados entre murmuraciones y entre sonrisas.
         Pero no tropieza todavía con una oposición hecha nombre y apellido.
         Nos dicen en las calles que esta oposición se concierta, se organiza y se entona en la oscuridad.
         Y nosotros nos exasperamos porque en el fondo del alma queremos ver inmediatamente al señor don Juan en la presidencia de la Cámara de Diputados para que sean dos señores Pardo la fuente de nuestros comentarios, el acervo de nuestras alegrías y la llave perenne de nuestras carcajadas.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 19 de julio de 1917. ↩︎