2.21. Rumor inquietante

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Glosado por la sonrisa metropolitana, socorrido por los alardes orgullosos de los áulicos del señor Pardo, aderezado por los donaires del humorismo criollo, dando volatines sobre las gentes, haciendo vereda de las azoteas y saturándose de las brumas y fríos de la estación, ha venido a nuestra estancia un rumor desconcertante y maligno.
         No hemos querido recibirlo ni examinarlo. Lo hemos apartado de nosotros. Lo hemos aventado fuera. Y hemos cerrado y atrancado nuestra puerta para no verlo ni sentirlo y para no permitirle que amagase la tranquilidad de nuestra conciencia.
         Pero este rumor nos ha asediado pertinazmente. Nos ha tocado el timbre. Nos ha golpeado la aldaba. Nos ha llamado por teléfono. No nos ha dejado paz ni sosiego.
         Y, vencidos y sojuzgados por su persistencia, hemos tenido que consentirle el acceso a nuestra estancia, a nuestra mesa, a nuestros espíritus y a nuestros corazones.
         El rumor desconcertante y maligno nos ha gritado entonces que el gabinete del señor don Enrique de la Riva Agüero se queda y no por contumacia del señor Riva Agüero, que es persona asequible y discreta, sino por empecinamiento y rebeldía del señor Pardo.
         Para anunciar tal posibilidad inminente y tremenda han sonado en los círculos políticos, más que las voces de la suspicacia limeña, las voces de la autoridad palatina.
         Ha sido el señor don Juan Pardo, este señor don Juan Pardo que a ratos nos parece más presidente de la República que el señor don José Pardo, quien ha dicho lleno de las insufladas arrogancias de su hermano que el gabinete se queda para castigo de sus detractores, freno de las rebeldías, confusión de los hombres osados, alegría del Palacio de Gobierno y complacencia de las gentes cortesanas
         Todos habíamos dado un grito vehemente cuando supimos que el gabinete del señor Riva Agüero se marchaba.
         Y el señor Pardo pensó que era un grito de placer, un grito de satisfacción, un grito de esperanza.
         Probablemente más tarde, asistido por su consejo de familia y estimulado por el consejo sabio del señor don Juan, el señor Pardo ha comprendido que su gobierno daría una prueba de entereza, de vigor y de energía manteniendo en el Palacio de Gobierno a este gabinete del señor Riva Agüero que se aproxima a los umbrales del parlamento perseguido por terribles responsabilidades fiscales y políticas.
         Nosotros hemos tenido un estupor profundo cuando, a media noche, ha visitado nuestra estancia el rumor de la última orientación de la veleta pardista.
         Hemos sentido un calofrío.
         Y nos hemos hallado resueltos dramáticamente a hablarle con una entonación muy grave y muy severa al país.
         Pero inmediatamente hemos reaccionado.
         Han vuelto a nuestros labios la sonrisa, a nuestro corazón la calma, a nuestro ademán la ponderación y a nuestro pensamiento el sosiego.
         Y hemos pensado que el señor Pardo no nos quitará de los ojos ninguna buena esperanza ni ninguna dulce visión y que no nos hará otro fraude que el de impedir que el veintiocho de julio estrene este país un gabinete sin novedad e importancia como estrenan los niños una sonaja y los hombres grandes un chaqué.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 27 de junio de 1917. ↩︎