1.4. Hoy domingo 20 de mayo - El debate roto - Esta tarde

  • José Carlos Mariátegui

Hoy domingo 20 de mayo1  

         Este es el veinte de mayo. Hemos esperado que llegue la madrugada para ponernos a escribir sobre este día. Hemos necesitado de su ambiente y su alborada. Hemos aguardado que sonasen las 4 de la mañana en el reloj de la imprenta para salir de nuestra estancia, mirar al cielo y tornar luego a nuestra Underwood familiar y amiga.
         Largos e inquietos días hace que esperamos el veinte de mayo. Una vez, el cuatro de marzo, sentimos su inminencia. Y la sentimos trágica, terrible y pavorosa. Tuvimos la impresión de que el cuatro de marzo se prolongaba hasta la eternidad en una sucesión de puntos suspensivos.
         Pensamos ahora que un instante tremendo en la vida del Perú ha estado encerrado entre el cuatro de marzo y el veinte de mayo. Aquella fecha es un paréntesis que se abre. Esta otra es un paréntesis que se cierra. Y dentro de este paréntesis existen tantos cadáveres que parece que hubiera un mausoleo en el corazón de la patria.
         No quieren las gentes meditar en estas cosas que les parecen muy tristes. Se defienden de las obsesiones sombrías con las manos. Las manos les sirven aquí a las gentes lo mismo para razonar que para no razonar. Una mano puede pronunciar un argumento. Y una mano puede alejar un fantasma.
         Hay hombres reflexivos que aseguran:
         —Hemos perdido la libertad electoral.
         Y el país parece que dijera que sí con la cabeza.
         En este día, que es el veinte de mayo irremisiblemente, van a votar los ciudadanos del Perú. Una vieja costumbre nacional hará que voten también los muertos. Los muertos saben aquí siempre hacer lo que no quieren hacer los vivos. Y los muertos tienen aquí siempre un anhelo inefable de solidaridad con los vivos.
         Las gentes bien informadas nos dicen que este país de cuatro millones de habitantes no tiene más de cien mil ciudadanos electores. Y, acaso por parecerles función cívica de los difuntos, los ciudadanos son huraños al sufragio. Hay quienes afirman que no es esta sino otra la razón de tal hurañez. Los ciudadanos del Perú saben que sus votos no eligen. Las elecciones están hechas antes de que los ciudadanos sufraguen. Además, los votos de los muertos son más numerosos que los votos de los vivos. Se podría decir que en el Perú el pasado está gobernando al presente.
         Nadie sabe si este veinte de mayo, se va a parecer al cuatro de marzo. Los periodistas dogmáticos y científicos dicen que es muy grande nuestro atraso democrático y que es explicable que las elecciones se hagan a tiros en las serranías. Pero los intérpretes perspicaces del alma de la ley electoral dicen que el veinte de mayo es un día distinto del cuatro de marzo. Sostienen que los diputados quedan elegidos en las provincias el cuatro de marzo y no el veinte de mayo como las ingenuidades de la opinión pública suponen.
         Parece que únicamente en Lima la selección es se realizan el veinte de mayo. Por eso es que en Lima estamos tan intranquilos. Por eso es que en Lima estamos tan nerviosos. Por eso es que en Lima estamos tan excitados. En Lima hay más ciudadanos que en parte alguna del Perú. Una asamblea de contribuyentes no puede dar aquí sin más refrendación una credencial de diputado.
         Todas estas son cosas de la ley.
         Y sin embargo las elecciones mismas no parecen en el Perú todavía una cosa de la ley. Tampoco parecen por supuesto una cosa de la suerte. Tienen del cubilete y de la cámara oscura. Revisten virtualidad de juego malabar, de prestidigitación, de escamoteo, de sortilegio y de prestigio.
         Mas de todos modos el veinte de mayo es un día interesante para el Perú. Y más interesante que ninguno es este veinte de mayo que comenzamos a vivir ahora. Hay hombres vibrantes que se pasean en andas por las calles y que le hablan al pueblo con una acerba entonación de apóstrofe para el gobierno. La atmósfera está llena de enardecimientos cívicos. Se siente que empieza un día emocionante.
         Inquietos y agitados, estamos esperando nosotros que llegue la mañana para oír misa por los vivos y por los muertos.

El debate roto  

         Hoy habrá un voto trascendental.
         No el señor Pardo que es el presidente de la república, pero sí el señor García Lastres que es su ministro de Hacienda, llevará hoy a las ánforas un voto del gobierno que no va a ser para las candidaturas gemelas del señor Miró Quesada y del señor Balbuena, sino para la candidatura de oposición del señor Torres Balcázar.
         Estaremos llenos de ansiedad y de expectación hasta la hora en que el señor García y Lastres se acerque a una mesa receptora para dejar su voto en que estará escrito el nombre del señor Torres Balcázar.
         Y es muy justo que el ministro de hacienda del señor Pardo vote por el señor Torres Balcázar. El señor Torres Balcázar hizo desmenuzamiento y análisis del proyecto del presupuesto. Y el día en que se clausuraron las sesiones del parlamento, el señor Torres Balcázar estaba aún con el uso de la palabra. El señor García y Las tres o el señor Heráclides Pérez resolvieron más tarde dejar cerrado el congreso y prorrogar el presupuesto. Un debate interesantísimo entre el señor Torres Balcázar y el señor García y Lastres quedó interrumpido.
         El gobierno no ha querido que el señor Torres Balcázar sea reelegido diputado por Bolognesi. Tampoco quiere que sea elegido diputado por Lima. Le está cerrando con todas sus fuerzas la puerta de la Cámara de Diputados. Pero necesita ser cortés y galante. Para serlo tiene que mandar un voto a las ánforas electorales. Un voto que solo puede ser el voto del señor García y Lastres.
         Una de estas tardes nerviosas y agitadas el señor Torres Balcázar ha hablado incidentalmente con el señor García y Lastres.
         Y el señor Torres Balcázar no ha desperdiciado la oportunidad de conquistar un voto más:
         —¿Por quiénes va usted a votar en las elecciones?
         El señor García y Lastres se ha sonreído y le ha contestado así:
         —Votaré por los candidatos de la alianza civil—liberal.
         Mas el señor Torres Balcázar le ha replicado:
         —¡No! ¡Usted debe votar por mí! ¡Tenemos una discusión pendiente sobre el presupuesto! ¡Y es indispensable que usted me ayude a regresar a la Cámara de Diputados para continuarla!
         Y el señor García y Lastres se ha inclinado ante el argumento del señor Torres Balcázar y le ha dado su palabra de honor de votar por él.
         Es así como el voto del gobierno va a favorecer al señor Torres Balcázar y en tanto que sus gendarmes y sus caballos salen al encuentro de su popularidad.
         Y un voto puede dar la mayoría.

Esta tarde  

         Vibran todavía en la ciudad las voces de la inquietud de anoche. Ha habido insomnios profundos en todas las casas. Los automóviles y las victorias han cruzado incesantemente las calles llenándolas con el ruido de sus bocinas y de sus fustas.
         Amanece este día domingo con las cuatro candidaturas cardinales de ayer y de antes de ayer. El señor Jorge Prado. El señor Torres Balcázar. El señor Miró Quesada. El señor Balbuena. Y las candidaturas a las diputaciones suplentes, las candidaturas accesorias, las candidaturas secundarias, las candidaturas modestas, han seguido multiplicándose. Nace una candidatura a una diputación suplente en cada hora que pasa sin inquietar al señor Escribens.
         Vecino nuestro, el señor Jorge Prado no cesa de arengar a los ciudadanos con todo el entusiasmo sonoro de su juventud. En esta misma acera, la casona solariega del General La Fuente y la casa transitoria del Serrano, son el hogar de una multitud devota.
         Igualmente, vecino nuestro, el señor Juan Manuel Torres Balcázar tiene aún en la mano derecha el arrogante manifiesto que ha pegado en las esquinas. Pero no se encierra dentro de su casa particular ni dentro de su casa política. Sale a las calles encabezando a sus prosélitos y soliviantando sus sentimientos democráticos. Estremece a la ciudad con sus apóstrofes.
         Optimista, muy optimista, el señor Balbuena pasa en una victoria y nos grita desde ella:
         —¡Yo soy diputado suplente en ejercicio! ¡Pero aspiro al ascenso!
         Y el señor Miró Quesada abandona su automóvil muelle de burgomaestre para confundirse y perderse entre las muchedumbres tumultuosas.
         Un mediodía sensacional nos aguarda a todas las gentes burlonas y humoristas de esta metrópoli.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 20 de mayo de 1917. ↩︎