7.14. No hay tratamientos

  • José Carlos Mariátegui

 

        1—Oye, mi querido Aurelio.
        —Oye, mi querido José Carlos.
        No usamos tratamientos para discutir este asunto que se llama la crisis de las subsistencias según los periódicos y la carestía de la vida según la carta notable del señor don José Carlos Bernales. Nos hablamos de tú familiarmente. Nos hablamos de tú como los ciudadanos de Atenas, como los ciudadanos de Roma y como los ciudadanos de la gran revolución francesa. Y nos hablamos de tú como le habla el Papa al señor Pardo y a todos los demás príncipes cristianos.
        Te decía, Aurelio.
        Me decías, José Carlos.
        Hay que pensar que vamos a solucionar admirablemente la crisis de las subsistencias. Estamos debatiéndola en confianza y entre amigos. Tú y yo. Yo y tú. Mis ideas y tus ideas.
        Nosotros, ingenuos periodistas, vivimos encantados.
        Tenemos a un lado de la máquina de escribir la carta del señor don José Carlos Bernales y al otro lado la carta del señor don Aurelio García y Lastres. La carta del señor Bernales, columna y media. La carta del señor García y Lastres, veinte líneas. Pero las dos sin protocolo y sin ceremonia. Tú, tú, tuturutú.
        Vienen a nuestra imprenta las gentes malévolas y suspicaces para decirnos:
        —¡Miren ustedes! Estas cartas abiertas tienen mala suerte. Son largas, muy largas, interesantes, muy interesantes, hábiles, muy hábiles. Mas las contestan con cuatro palabras. El señor Ulloa le escribió en treinta pliegos al señor Manzanilla. Y el señor Manzanilla le contestó en medio pliego al señor Ulloa. Lo mismo ha ocurrido entre el señor Bernales y el señor García y Lastres.
        Nos quedamos muy serios.
        Y las gentes malévolas y suspicaces se van de nuestra imprenta repitiéndonos risueñamente:
        —¡Estas cartas abiertas tienen muy mala suerte!
        Volvemos a poner los ojos en las dos cartas.
        Volvemos a pensar en su familiaridad.
        Sentimos toda la influencia de la abolición de los tratamientos oficiales en la literatura epistolar. El tú se impone. El tú se abre paso. El tú se enseñorea en todas las cartas, abiertas y cerradas, íntimas y públicas.
        Nos vuelven a hablar las gentes malévolas y suspicaces irrumpiendo otra vez en nuestra sala:
        —¿Han leído ustedes la carta del señor García y Lastres? Es una carta humorística. Es una carta maliciosa. Es una carta socarrona. Léanla nuevamente y subráyenla.
        Y después de tentarnos con su malignidad insidiosa, que pretende hacernos creer que el señor García y Lastres le ha contestado irónicamente al señor Bernales, se van de la imprenta las gentes malévolas y suspicaces que le hacen morisquetas innobles a nuestra conciencia.
        Tornamos a estar solos.
        Y releemos una y otra carta.
        Nos quedamos pensativos sobre la carta del señor García y Lastres.
        Y luego nos ponemos risueños.
        El señor García y Lastres le dice al señor Bernales que tomará en cuenta sus ideas en cuanto estén de acuerdo con las suyas.
        Admirable es el señor García y Lastres:
        Ha descubierto un excelente e ingenioso sistema de tomar en cuenta las ideas ajenas. Piensa con los demás cuando los demás piensan con él. Y sostiene enseguida que piensa con los demás.
        Ignoramos si el señor García y Lastres se ríe cuando escribe estas cosas tan serias. Ignoramos si resuelve en broma los problemas del país. Pero nos inclinamos a creer que así es. Aquí a nuestro lado se encuentra una prueba afirmativa. Los documentos económicos del señor García y Lastres parecen los documentos de un humorista.
        —Tomaré en cuenta tus ideas en cuanto estén de acuerdo con las mías…
        Así habla el señor García y Lastres.
        Y como las ideas del señor Bernales no son las mismas del señor García y Lastres, es muy fácil para el señor García y Lastres decir que las tomará en cuenta a su manera.
        Evidentemente, esta cara cazurra y chica del señor García y Lastres es la cara de un hombre que se ríe por dentro.
        Una cara que solo se impacienta y se disgusta cuando le ponen delante el asunto del trigo y la situación de los trigueros.
        Y es aquí donde puede estar la represalia del señor Bernales.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 14 de mayo de 1917. ↩︎