7.1. Mayo nacional

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Este día que amanece no es un día vulgar. Es el primer día del mes de mayo, que es un mes de complicadas emociones electorales. El reloj nos advierte que estamos en el umbral de un mes sonoro y tremendo.
         Ya hemos llegado a mayo. Los peruanos nos alegramos de esto no porque sea un mayo florido sino porque es un mayo electoral. Si fuese un mayo florido, no les interesaría probablemente sino a los enamorados y a los estudiantes, que son grandes simplones.
         El primero de mayo es para otras gentes el día de una efeméride de reivindicaciones. Para nosotros este día primero de mayo es también el de una efeméride trascendental. Recuerdo una revolución del doctor Durand iniciada a la altura de Yanacoto, que es como decir a la altura de la luz eléctrica metropolitana. Los liberales iniciaban una reivindicación y nada podía parecerles más justo que hacerlo dejando a la ciudad a oscuras.
         Mayo es, pues, para el Perú un mes de reivindicaciones. Una vez estas reivindicaciones fueron jornadas cívicas. Otra vez estas reivindicaciones fueron un viaje del partido liberal al Cerro de Pasco en un tren de pasajeros. Las reivindicaciones han tenido siempre entre nosotros curiosas y originales modalidades.
         Y este mayo que hoy comienza se inaugura con grandes promesas. Hemos estado esperándolo mucho tiempo. Desde muy lejos se ha hecho anunciar con tiros y tragedias. Ha querido encontrar al país enlutado y trémulo. Y es lógico que nos haya sobresaltado e inquietado.
         Amanece este día entre clamores de candidaturas vibrantes. Suena en una aclamación el nombre del señor Torres Balcázar. Suena en otra aclamación el nombre del señor Luis Miró Quesada. Suena en otra aclamación el nombre del señor Balbuena. Suena en otra aclamación el nombre del señor Jorge Prado.
         Hay en la ciudad en este día cuatro candidaturas políticas y una candidatura obrera a las diputaciones en propiedad y veinte candidaturas de todos los matices y de todas las fachas a las diputaciones suplentes.
         Sentimos que sus partidarios pasan por las calles a pie o en carruaje.
         Y entran a nuestra estancia gentes trasnochadoras que nos dicen:
         —¡Ya llegamos al primero de mayo! Nosotros les respondemos:
         —Justo. Es el día de la efeméride de Chicago. Y es el día de la efeméride de Chosica.
         Las gentes trasnochadoras nos responden:
         —¡Es el primer día del mes de mayo de 1917! ¡Para nosotros no hay efemérides!
         Nos callamos y nos ponemos a escribir monologándolas palabras de nuestro artículo. Nos persuadimos de que nuestra máquina Underwood tiene la misma sensación que tenemos nosotros en el umbral del mes de mayo. Nos preguntamos cuál será la sensación del señor Pardo en este día.
         Y de repente se callan todos los rumores de la calle para que nuestros nervios se tranquilicen y para que lentamente sintamos el amortecimiento del insomnio fatigado.
         Tras una pausa de sueño, nos encontramos viviendo plenamente el mes de mayo. Habrá en las calles voces de jornada cívica. Saldrán de sus escondites las ánforas de hojalata. Afloran al jirón de la Unión los pecheros y los mandarines de los suburbios. El imperio criollo de la cerveza y de la butifarra populares entrará en su apogeo. Y el panegírico de los candidatos tendrá en unos labios una glosa enamorada y en otros labios una glosa mordaz, que así es el mundo y así somos todos los hombres.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 1 de mayo de 1917. ↩︎