5.5. Ayer

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Ayer fue un día grande para la república, para la democracia, para la paz, para la patria, para los ciudadanos, para los candidatos y para la vida de la nación.
         Todo el Perú se estremeció para que los contribuyentes creasen el organismo de estas elecciones que están tan próximas y tan lejanas a un mismo tiempo.
         Y los contribuyentes, aquí, allá y acullá, en el norte, en el centro y en el sur, hicieron como manda la ley.
         Recordamos nosotros que un día los hombres bien intencionados del Perú pensaron que necesitábamos autonomía electoral para las provincias y el país se puso a aclamar su iniciativa:
         ―¡Viva la autonomía electoral de las provincias!
         Agregaron los hombres bien intencionados que lo que aquí estaba matando a la verdad del sufragio era el centralismo y era la junta electoral nacional y era la metrópoli.
         Y el país gritó lleno de convencimiento:
         ―¡Muera el centralismo!
         Los hombres bien intencionados nos hicieron el obsequio de la descentralización electoral y pusieron en manos de los contribuyentes la organización de las juntas, de las mesas y de las credenciales.
         Sobrevinieron las dualidades y las mistificaciones y los hombres bien intencionados lloraron sobre su obra maltratada y ofendida.
         Y como todos nos convencimos de que la obra no era muy eficaz, ni muy inconmovible, ni muy inviolable, dejaron que siguiera vigente, ya que a nadie le hacía daño.
         Ha sido por eso que ayer la ley reunió en las provincias de la república a los mayores contribuyentes.
         Y ha sido por eso que en la ciudad ha habido inquietudes, murmuraciones, malos rumores, grimas y desazones.
         Una voz ha gritado:
         ―¡Allá, allá ha habido desorden!
         Y se ha callado enseguida para que nadie la descubra y para que nadie la interrogue.
         Pero todas las gentes han sentido un instante de ansiedad y se han echado a las calles para preguntar si el desorden ha sido en Cutervo, en Paucartambo, en Canta, en Cotabambas, en Jauja, en Abancay.
         Apenas si las han distraído de la alarma los ecos de la asamblea de mayores contribuyentes, que también en Lima ha habido asamblea, elección de junta y trajín de candidatos.
         Esta asamblea nuestra ha sido tranquila. Ha sido una asamblea de excelentes caballeros, de tranquilos burgueses y de honestos párrocos. Y en ella todos absolutamente coincidieron en elegir a unas mismas personas para las juntas. Hubo mayoría y hubo minoría, pero mayoría y minoría tuvieron el mismo matiz y solo se separaron por conquistar las posiciones de los vencedores y conquistar también las posiciones de los vencidos.
         No hubo más.
         Vieron todas las cosas los candidatos.
         Y no se sintió protestas ni se lamentó trocatintas.
         La paz del Señor, la paz de la Cuaresma, la paz dominical, la paz cristiana reinó en esta asamblea de contribuyentes metropolíticos que pagan predios y son dueños de tierras.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 5 de marzo de 1917. ↩︎