5.26. El viajero inminente

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Todos estamos enamorados de los Estados Unidos. Los Estados Unidos nos atraen como si nos hubiesen imantado. Vamos a migrar de repente por unanimidad a los Estados Unidos.
         Si los hombres de los Estados Unidos nos propusieran venir a poblar al Perú a cambio de que nosotros nos fuésemos a vivir a los Estados Unidos, aceptaríamos enseguida.
         Gran sandio y gran ingenuo será el señor Manuel Ugarte si tiene la ocurrencia de volver al Perú para dar conferencias contra los yanquis. No le daremos oídos. No le seguiremos por las calles como otrora. No llenaremos el teatro para ovacionarlo.
         Pregunta uno:
         —¿De dónde ha venido ese señor que pasa?
         Y le contestan:
         —¡De los Estados Unidos!
         Pregunta uno después:
         —¿Y a dónde se va el coronel González?
         Y le contestan:
         —¡A los Estados Unidos!
         Pregunta uno más tarde:
         —¿Y a dónde se va el doctor Manuel Vicente Villarán? Y le tornan a contestar:
         —¡A los Estados Unidos!
         Todos nos vamos a los Estados Unidos o volvemos de los Estados Unidos.
         Son estos unos viajes muy trascendentales. Unos van para hacer un empréstito. Otros van para hacer un negocio. El ideal de un viaje a los Estados Unidos es casi siempre cuestión de plata.
         Es por eso que el viaje del señor Villarán a Nueva York es ahora el tema de los grandes comentarios. El señor Villarán es candidato a una senaduría en propiedad. Es ilustre catedrático de la Universidad Mayor de San Marcos. Es amigo esclarecido del régimen.
         La pregunta es unánime:
         —¿Qué va a hacer en los Estados Unidos el señor Villarán?
         Hay quienes responden:
         —Va a gestionar un empréstito.
         Entonces las gentes se quedan meditando en que lo mismo fue a hacer en los Estados Unidos el señor Manuel Montero y Tirado por la gracia del señor Pardo y del señor García y Lastres.
         Pero hay también quienes dicen:
         —¡El señor Villarán va a ser presidente de la República!
         Se enciende una curiosidad risueña:
         —¿En Estados Unidos?
         La contestación sonríe también:
         —No: en el Perú. Va a los Estados Unidos para regresar de candidato.
         El comentario callejero acaba por hacerse inquietante. La ciudad entera comienza a mirar solo al señor Villarán. Y acaba por encontrarle ademán de candidato a la Presidencia de la República.
         Mañana que el señor Villarán se embarque, la ciudad le sonreirá amorosamente en espera de que sus maletas hoy vacías regresen llenas de oro del empréstito. O de promesas no más.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 31 de marzo de 1917. ↩︎