5.24. Nuevos tiros

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El país sigue trágico.
El señor don Rafael Villanueva está proyectando una sombra oscura sobre todo Cajamarca. Y esta sombra oscura va cubriendo cadáveres y exacciones. La candidatura del señor Villanueva hace un camino truculento.
         Antes de ayer pensábamos todos que habían terminado los tiros, que habían terminado las muertes, que habían terminado las prisiones. Ayer hemos tenido que modificar nuestro concepto. Han llegado a esta imprenta ecos de exacciones y crímenes en Cajamarca. El país sigue trágico.
         Repentinamente, se nos ha ocurrido hacerle un reportaje al señor Rafael Villanueva. Hemos salido a las calles a buscarlo. Pero no lo hemos encontrado y hemos vuelto a esta imprenta sin oír al señor Rafael Villanueva.
         Hasta nosotros han llegado voces terribles de la ciudad:
         —¡Esta candidatura del señor Villanueva es una candidatura penumbrosa!
         —¡Esta candidatura del señor Villanueva es una candidatura mala!
         —¡Esta candidatura del señor Villanueva ha manchado de sangre a Cutervo y ha manchado después Cajamarca!
         Y tantas voces terribles nos han hecho pensar en el señor Villanueva.
         La ciudad suele ser injusta, pero es muy cierto que esta candidatura del señor Villanueva es un poco sombría. Es una candidatura que resucita la teoría del orden público sobre la Constitución. Es una candidatura que recuerda la clausura de La Prensa. Es una candidatura que habla de los procesos militares y de los revólveres “Perrito”.
         Las risas se apagan y los semblantes vuelven a enseñar una mueca inquietante.
         Resuenan nuevamente tiros y más tiros. Se vea lo lejos correr gendarmerías y montoneras armadas con rifles del Estado. Y se escucha clamores y quejas formidables.
         Y se siente que aquí en Lima, sentado ante un escritorio que tiene a un lado el retrato del señor Pardo y a otro lado el retrato del señor Augusto B. Leguía, se sonríe el señor Villanueva con una sonrisa vieja, oxidada y ladina.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 29 de marzo de 1917. ↩︎