5.17. No pasa nada

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Estamos entre el día y la noche. Estamos en la penumbra. Estamos en Babia. El día ha pasado por nosotros sin dejarnos sensación alguna. Aguardemos la noche. La noche es siempre promisora.
         Nos aburrimos desde que a la tempestad siguió la calma. Y nos pasamos las horas preguntando tonterías para que no nos digan cosa nueva.
         —¡A ver! ¿Pasa algo?
         —No pasa nada.
         —¡A ver! ¿Qué se dice?
         —No se dice nada.
         —¿Y los candidatos?
         —Sueñan con el triunfo.
         —¿Y las diputaciones por Lima?
         —Continúan siendo un problema aritmético con dos cifras categóricas: 2 y 3.
         —¿Y siempre se va el gabinete?
         —Siempre.
         —Pero ¿cuándo?
         —Un día de estos.
         —¿Y reflexiona todavía en su justificación el señor García Bedoya?
         —Todavía.
         Las preguntas son negligentes y las respuestas más negligentes que las preguntas.
         Obstinadamente nos llega una noticia y, más que la noticia, su obstinación acaba por inquietarnos.
         —Es un cablegrama el que nos dice ahora:
         —¡No viene El Tiempo!
         Y es un telegrama el que nos dice luego lo mismo:
         —¡No viene El Tiempo!
         Y es otro telegrama el que nos repite:
         —¡No viene El Tiempo!
         Y de todas las provincias nos siguen llegando cablegramas y telegramas que nos dicen que El Tiempo se queda en el correo. El Tiempo está sujeto a la censura fiscal. El Tiempo no pasa.
         Este gobierno que vive asistido de la justicia, de la verdad, de la ley, de la opinión pública, piensa que El Tiempo no debe circular en la República. Lo ataja en los buzones. Lo decomisa en las valijas. Lo esconde. Lo sustrae.
         No damos fe a lo que estamos viendo.
         Y recordamos enseguida que hay quienes dicen que las garantías son absolutas, que el respeto a la prensa es perfecto, que la honestidad del régimen es indiscutible. Recordamos también estupefactos que no lo dicen en una esquina y que no lo dicen en una sala de Palacio, sino en letras de molde y para que lo lea todo el mundo.
         Solo en las calles no ocurre nada. Todo vive encerrado en el correo. Todo es actualmente cosa de subterráneos y buzones.
         Y no hay siquiera un manifiesto nuevo del señor García Bedoya para hacerle glosas y ponerle apostillas.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 21 de marzo de 1917. ↩︎