4.7. Las avanzadas

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Este proceso de Cajatambo sigue sensacional. Hay que mirarlo con anteojos de campaña y hay que observarlo con interés. Nosotros lo atisbamos desde un mirador.
         Ni el proceso de Lima, a pesar de la candidatura boyante del señor Torres Balcázar, ni el proceso de Moquegua, a pesar de la candidatura porfiada del señor Urquieta, ni el proceso de Arequipa a pesar de la candidatura idealista y locuaz del señor Belaunde, tienen la emoción que tiene el proceso de Cajatambo.
         Un duelo electoral tremendo va a realizarse en Cajatambo. Hace ya muchos días que los adversarios se han tirado el guante. Y hace ya muchos días que un escalofrío agudo ha corrido por los nervios de los espectadores.
         Y ayer se inició la primera etapa de la lucha definitiva. El tren de Huacho se llevó a las avanzadas del señor Barreda y Laos y a las avanzadas del señor Dunstan. Y se llevó también al mayor Ladislao Meza y a un piquete de gendarmes.
         La autoridad del mayor Meza va a Cajatambo para hacer diputado al señor Barreda y Laos, por deseo del mismo señor Pardo a quien hace dos años indignó que la autoridad del mayor Meza hubiese querido hacer diputado al señor Ortiz de Zevallos.
         Mucho rato antes de la partida del tren estaban en la estación el señor Barreda y Laos y el señor Dunstan. Los dos aleccionaban a sus emisarios. Los dos los mimaban. Los dos les hacían recomendaciones. Los dos les daban ánimos y bríos.
         Y el mayor Meza vigilaba el embarque de sus gendarmes y de muchos cajones que las gentes miraban con inquietud para murmurar después a la sordina:
         —¡Son fusiles! ¡Son tiros! ¡Son cañones!
         El señor Barreda y Laos embarcaba para Cajatambo, junto con sus emisarios, muchos papeles y muchos regalos. Sus manifiestos, sus arengas, sus retratos, sus tesis universitarias, su estudio sobre la literatura peruana, sus discursos, sus premios de la Facultad de Jurisprudencia y de la Facultad de Letras. Y además espejitos, trompos, boleros y libros de cuentos para los niños, dos candelabros para la iglesia, una litografía del señor Pardo para la escuela de varones y muchas otras cosas.
         Y el señor Dunstan embarcaba también, para Cajatambo, junto con sus emisarios, muchos papeles y muchos regalos. La ley de anexión de Cajatambo a Lima, El Diario de los Debates, sus cartas al señor Barreda y Laos y al señor Pardo, un manifiesto y varias proclamas. Y un misal para la iglesia y una litografía del mariscal Joffre para la escuela y pitos y matracas para los chicos.
         El tren partió abrumado.
         Y el señor Dunstan y el señor Barreda y Laos, lejos uno de otro, se quedaron en el andén agitando sus pañuelos:
         —¡Adiós! ¡Adiós!
         Y de las ventanillas salían muchos brazos agitando también sus pañuelos:
         —¡Adiós! ¡Adiós!
         Fue así la despedida de las avanzadas del señor Barreda y Laos y del señor Dunstan.
         El 22 de este mes habrá otra despedida: la del señor Barreda y Laos que quiere ir a Cajatambo, heroicamente, a persuadir a los ciudadanos de su talento y de su cultura.
         Y la precederá de todos modos la despedida del señor Dunstan que, gentil dueño de casa, quiere ir a esperar al señor Barreda y Laos en Cajatambo.
         Porque todo es hasta ahora cumplidos entre los dos rivales.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 7 de febrero de 1917. ↩︎