4.22. Día grande - Candidatura de Estación

  • José Carlos Mariátegui

Día grande1  

         Hoy dice así el calendario:
         “(…) 24, sábado. Santos Letardo, Julián y Primitivo. Luna nueva…”
         Y el almanaque de Bailly Bailliere cuenta que hoy es el aniversario de la batalla de Pavía de recuerdo memorable en la historia de Francisco I, y cuenta también que los nacidos en este día están bajo el signo de Piscis y que “este signo procura honores y bienes por los propios esfuerzos, pero da en cambio un espíritu inquieto y descontentadizo de todo y de todos, con marcada tendencia a la terquedad y al despotismo”.
         Nosotros no discutimos nunca la sabiduría del calendario y de las predicciones astrológicas.
         Habríamos querido hacer un vasto estudio de este día y de todas sus efemérides, porque seguramente este día tiene una trascendencia enorme en la humanidad, pero no sabemos hacerlo.
         Es muy poco lo que los hombres han escrito sobre el 24 de febrero, sin duda alguna por una imprevisión muy grande.
         Y a esta hora de la madrugada en que nos dicen que hoy es el cumpleaños del señor Pardo, presidente de la República, a pesar de que no hay nochebuena, apenas si nos acordamos que estamos en la santa cuaresma y de que ayer hubo sermón de feria.
         Si fuésemos más atrevidos, nos iríamos a pie a La Punta y le daríamos un albazo al señor Pardo, aunque un albazo tuviese en estos momentos la virtud de parecerle un suceso alarmante y una catástrofe lamentable.
         Mas no somos atrevidos.
         Únicamente somos unos hombres amables y sencillos, un poco pueriles, otro poco escépticos y otro poco burlones, que también sabemos escuchar los requerimientos de la cortesía, de la reverencia y de la buena educación.
         Hoy habríamos ido a saludar al señor Pardo, sin tener en consideración que el señor Pardo no nos conoce, pero una advertencia suya nos lo impide y se lo impide también a todos los hombres de la ciudad: el señor Pardo no quiere recibir hoy visitas y quiere solo que lo feliciten por tarjetas.
         El señor Pardo no quiere genuflexiones, no quiere besamanos, no quiere venias: le basta con los nombres.
         Esta noche hará la cuenta:
         ―¡A ver! ¿Quiénes se han acordado de mí?
         Y luego:
         ―Uno. dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Etc., etc., etc. ¡Todo el Perú! ¡Todo el mundo!
         Y el señor Pardo tendrá razón.
         Verdad que existen gentes malignas que andan alrededor de nosotros gritándonos:
         ―¡Pardo sabía que lo iba a visitar poca gente! Comprendía que algunos hombres ilustres tenían pocas ganas de saludarlo.
         ¿Quiénes iban a acercarse a él cordialmente? ¿El general Cáceres, presidente del partido constitucional? ¿El doctor Osores? ¡Ninguno de ellos! ¡Y el doctor Durand está en la Argentina! ¡Y el doctor Urquieta está en Arequipa! ¡Y el señor Bentín está también en la Argentina! ¡Y la mayoría está resentida en el alma con sus palabras y con sus actos! ¡Y la minoría es muy seca y muy arrogante!
         El comentario de estas gentes se va haciendo cada hora más pesimista, más acerbo, más duro, más malo.
         Y nosotros, melancólica y filosóficamente, nos ponemos a pensar en que el cumpleaños no es una fecha alegre sino una fecha triste, sobre todo cuando es el cumpleaños de un hombre buen mozo envejecido que se mira consternado en el espejo y que se alisa los bigotes blancos.

Candidatura de estación  

         La candidatura boyante del señor Torres Balcázar quiere ser no solo una candidatura popular, sino también una candidatura de estación.
         Y así como los trajes blancos, así como las sombrillas, así como los helados, así como los ice cream soda, así como los ventiladores y así como las uvas, se ha hecho la candidatura del señor Torres Balcázar una cosa de estación.
         Es una candidatura que se va a buscar el flirt en las playas, en las olas, en los muelles y en los tranvías interurbanos.
         Y acabará por anunciarse en las calles con la voz de las cornetas de D’Onofrio.
         Los más progresistas, oportunos, inteligentes, eficaces y sincrónicos métodos de propaganda y de réclame han sido puestos al servicio de esta candidatura que además de ser de la oposición es una candidatura modernista.
         Uno de sus más recientes éxitos ha sido maravilloso, contundente y estupendo. Y ha sido alcanzado no en Lima sino en La Punta, que es la villa del señor Pardo y la villa del señor Secada. Y ha sido alcanzado en medio de una multitud máxima, democrática, representativa y todopoderosa. Y ha sido alcanzado en el día en que enterraban a Ño Carnavalón y en que comenzaba la cuaresma recordándonos con la santa ceniza que somos polvo, polvo y nada más que polvo. Y ha sido alcanzado delante del señor Pardo y delante de la escuadra iluminada como una fachada oficial en la nochebuena de un 28 de julio.
         Y no ha sido un éxito de carnaval como la broma de la renuncia del general Puente.
         Ha sido un éxito completamente serio que no ha podido en ningún instante ser malogrado por un baldazo de agua o por un talegazo de harina.
         Y ha sido así:
         Cuando reían, bailaban y se regocijaban diez mil personas en La Punta, la candidatura del señor Torres Balcázar las regaló a todas con un abanico. Diez mil abanicos propalaron el nombre del señor Torres Balcázar en medio de la fiesta. Diez mil abanicos recomendaron a todas las gentes, damas y varones, grandes y chicos, que votaran por el señor Torres Balcázar. Diez mil abanicos hicieron más admirado y celebrado en ese instante al señor Torres Balcázar que a Ño Carnavalón. Diez mil abanicos anunciaron una candidatura invencible, fuerte, robusta y pluscuamperfecta.
         También a las manos excelsas y esclarecidas del señor Pardo llegó uno de estos abanicos. Y como hacía calor, el señor Pardo con él se hizo brisa. Pero le quitó la etiqueta que recomendaba el voto a favor del señor Torres Balcázar. El abanico seguía muy eficaz y muy oportuno sin ella y con ella.
         Y, como en las manos excelsas y esclarecidas del señor Pardo, estuvo en las manos de las mujeres bonitas a las cuales llegó a punto en que el calor las hostigaba.
         La Punta entera tuvo un voto de gracias y de amor al señor Torres Balcázar.
                  Y solo hubo una hostilidad para sus abanicos: la del señor Alberto Secada, diputado por el Callao, nervioso, inquieto, porfiado, tribuno e intemperante hasta en la fiesta de Ño Carnavalón.
         El señor Secada decía que el señor Torres Balcázar era únicamente candidato a la diputación por Lima.
         Y que La Punta le pertenecía al Callao, exclusivamente al Callao, totalmente al Callao, inevitablemente al Callao, así la eligiesen los candidatos de moda y el señor Pardo como estación de baños.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 24 de febrero de 1917. ↩︎