4.19. Sobrevivientes

  • José Carlos Mariátegui

 

         1No sabemos cómo es que llegamos vivos a esta madrugada. Pero nos basta con saber que llegamos vivos. Los tres días del carnaval han pasado sobre nosotros cual tres días apocalípticos. Y tenemos hasta ahora la impresión de que acabamos de salir de una revolución y de muchas balas.
         Estamos todavía tan sobrecogidos que no podríamos decir si en el Perú la política es peor que el carnaval o el carnaval peor que la política. O si los dos son igualmente peores.
         Los globazos, los baldazos, los gritos, los petardos Napoleón, las vejigas y los pitos nos tienen todavía tan ensordecidos como si hubiese ocurrido en nuestra calle una jornada cívica.
         Y en este instante, en que nos dicen que se ha concluido el carnaval y en que aún nosotros no queremos creerlo porque sentimos que pasa por la calle una comparsa de mozos y mondarias tornados en pierrots y colombinas de guardarropía, nos palpamos y nos miramos en el espejo para persuadirnos de que estamos sanos y salvos y para convencernos de que somos sobrevivientes.
         Hemos sentido en estos días la sensación de la ciudad conflagrada. Hemos creído que en las calles se libraban batallas. Y cuando hemos visto pasar al prefecto, al intendente, a los comisarios y a las patrullas nos hemos ratificado en la pesadilla de que la ciudad estaba en estado de sitio.
         Muchas gentes malignas han querido ahondar nuestras zozobras y han venido a decirnos:
         —¡Hay alarma! ¡No salgan ustedes a la calle!
         Les hemos interrogado:
         —¿Por qué no vamos a salir a la calle? ¡Aquí, encerrados, nos vamos a poner hipocondríacos!
         Y nos han respondido entonces con acento más inquietante aún:
         —¡Salgan entonces armados!
         Y tanto nos han turbado que no hemos podido siquiera ir al concurso de disfraces infantiles para ver y admirar a los futuristas.
         Nos hemos tenido que contentar con interrogarles a los transeúntes:
         —¿Ya han pasado los chicos al concurso de La Prensa?
         Y con interrogarles luego:
         —¿Y no han visto ustedes pasar a los futuristas?
         Unos nos han respondido que no y otros nos han respondido que sí habían visto pasar a los futuristas y que todos estaban disfrazados de pajes menos uno que estaba disfrazado de príncipe.
         La política ha salido también a la calle en estos días.
         Y ha salido festiva y humorística.
         Ha volado su comentario de esquina en esquina y hasta nosotros ha llegado así:
         —¡Ha habido una gran broma de carnaval! ¡Una gran broma! ¡La renuncia del general Puente!
         —¿No pudo ser mejor una broma de inocentes?
         —¡No; tenía que ser una broma de carnaval! Y el comentario ha estado en lo cierto.
         Nosotros lo sentimos profundamente en esta hora que no sabemos cómo nos encuentra todavía buenos y salvos y que es la primera hora del día ecléctico y extraño en que empieza la santa cuaresma y entierran a Ño Carnavalón.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 21 de febrero de 1917. ↩︎