3.27. Senador nacional
- José Carlos Mariátegui
1Siguen de moda las candidaturas nacionales. No han concluido en la del señor Pardo. No: han comenzado apenas. Y ya tenemos para orgullo de la patria otra candidatura nacional en marcha hacia el triunfo. Por fortuna es la candidatura del doctor Mariano H. Cornejo. Y por fortuna no la ha proclamado ninguna convención.
El doctor Cornejo no ha querido ubicación, no ha querido subprefectos, no ha querido listas de mayores contribuyentes, no ha querido nada. Se ha sentido suficientemente fuerte con el amor nacional. Pero no lo ha dicho. El doctor Cornejo es hombre discreto y cauto.
Día a día han ido amontonándose sobre la mesa del doctor Cornejo las actas y los telegramas del departamento de Puno. El departamento de Puno vive envanecido con el Dr. Cornejo. No ha lanzado todavía su candidatura a la Presidencia de la República por temor a los egoísmos de los demás departamentos. Mas se ha apresurado a solicitarle que se deje reelegir senador.
Ante tantos requerimientos populares el doctor Cornejo no ha podido mostrarse rebelde. No ha podido decir que no.
Y la ciudad, a pesar de que no está en ella el amantísimo panegirista del doctor Cornejo que todos sabemos, se ha regocijado con la actitud de Puno y con la actitud del doctor Cornejo. Ha salido a las calles para aplaudir y para vitorear al orador del Senado. Nosotros hemos sido los primeros en ir de esquina en esquina gritando:
—¡Esta es una candidatura nacional! ¡Esta es una candidatura nacional!
Los hombres desocupados y frívolos nos han hecho pueriles preguntas:
—¿Ha sido proclamada por alguna convención tripartita?
—¿Ha exaltado muchedumbres?
Nosotros hemos seguido nuestro camino sin dar respuesta a las pueriles preguntas de los hombres desocupados y frívolos.
Y luego nos hemos puesto a preguntar:
—¡A ver! ¿Hay algún candidato como este que no tenga contendor? Y nosotros mismos nos hemos contestado:
—No hay.
Y luego, como si nos contradijesen:
—¡No hay! ¡No hay!
Únicamente, el señor Pardo no se ha alegrado con la unanimidad del clamor que vitorea al doctor Cornejo en Puno. El señor Pardo ha ocultado la acidez de su impresión y ha fingido una sonrisa. Pero su espíritu ha sufrido un hondo desencanto. El pueblo de Puno no se ha dirigido a él para decirle que ha resuelto reelegir senador al doctor Cornejo. Se ha dirigido al doctor Cornejo no más. Y el señor Pardo ha sentido ofendida su autoridad y lastimado su amor propio.
Así tenía que ser.
Todo el país se alboroza en honor a este gran doctor Cornejo que a ratos no nos parece tan grande porque lo tenemos en casa.
Y el señor Pardo debe sufrir la molestia de que el país se haya alborozado en honor ajeno sin su venia y sin su consentimiento.
El doctor Cornejo no ha querido ubicación, no ha querido subprefectos, no ha querido listas de mayores contribuyentes, no ha querido nada. Se ha sentido suficientemente fuerte con el amor nacional. Pero no lo ha dicho. El doctor Cornejo es hombre discreto y cauto.
Día a día han ido amontonándose sobre la mesa del doctor Cornejo las actas y los telegramas del departamento de Puno. El departamento de Puno vive envanecido con el Dr. Cornejo. No ha lanzado todavía su candidatura a la Presidencia de la República por temor a los egoísmos de los demás departamentos. Mas se ha apresurado a solicitarle que se deje reelegir senador.
Ante tantos requerimientos populares el doctor Cornejo no ha podido mostrarse rebelde. No ha podido decir que no.
Y la ciudad, a pesar de que no está en ella el amantísimo panegirista del doctor Cornejo que todos sabemos, se ha regocijado con la actitud de Puno y con la actitud del doctor Cornejo. Ha salido a las calles para aplaudir y para vitorear al orador del Senado. Nosotros hemos sido los primeros en ir de esquina en esquina gritando:
—¡Esta es una candidatura nacional! ¡Esta es una candidatura nacional!
Los hombres desocupados y frívolos nos han hecho pueriles preguntas:
—¿Ha sido proclamada por alguna convención tripartita?
—¿Ha exaltado muchedumbres?
Nosotros hemos seguido nuestro camino sin dar respuesta a las pueriles preguntas de los hombres desocupados y frívolos.
Y luego nos hemos puesto a preguntar:
—¡A ver! ¿Hay algún candidato como este que no tenga contendor? Y nosotros mismos nos hemos contestado:
—No hay.
Y luego, como si nos contradijesen:
—¡No hay! ¡No hay!
Únicamente, el señor Pardo no se ha alegrado con la unanimidad del clamor que vitorea al doctor Cornejo en Puno. El señor Pardo ha ocultado la acidez de su impresión y ha fingido una sonrisa. Pero su espíritu ha sufrido un hondo desencanto. El pueblo de Puno no se ha dirigido a él para decirle que ha resuelto reelegir senador al doctor Cornejo. Se ha dirigido al doctor Cornejo no más. Y el señor Pardo ha sentido ofendida su autoridad y lastimado su amor propio.
Así tenía que ser.
Todo el país se alboroza en honor a este gran doctor Cornejo que a ratos no nos parece tan grande porque lo tenemos en casa.
Y el señor Pardo debe sufrir la molestia de que el país se haya alborozado en honor ajeno sin su venia y sin su consentimiento.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 27 de enero de 1917. ↩︎