3.25. Villa nueva

  • José Carlos Mariátegui

 

         1No somos nosotros los que decimos que el señor Pardo se halla inquieto, veleidoso y tornadizo. Es el mismo señor Pardo quien lo está diciendo obstinadamente desde las columnas de las crónicas sociales.
         Antes de ayer no más se dijo que el señor Pardo se había ido a La Punta. Y ayer se ha dicho que va a trasladarse a Chucuito. No es posible dudarlo. El señor Pardo anda inquieto, veleidoso, tornadizo. No está tranquilo en ninguna parte. Nada le satisface.
         La Villa Gaby va a ser abandonada por el señor Pardo prontamente. Y no es posible precisar a ciencia cierta por qué. Dicen por las calles muchas cosas. Pero los hombres cautos y prudentes no debemos repetir lo que dicen por las calles.
         La ciudad está desconcertada. Un solo suelto de crónica social ha tenido la virtud de asombrarla y conmoverla. Y es que la Villa Gaby es una villa muy cómoda, muy pintoresca, muy graciosa, muy regalada, muy plácida. Una villa hecha como para el servicio del señor Pardo. Y tiene que sorprender que el señor Pardo haya decidido tan presto abandonarla.
         Hay quienes afirman que el señor Pardo no va a dejar definitivamente la Villa Gaby. Va a trasladar oficialmente su residencia y la de su familia a Chucuito, mas va a conservar a sus órdenes la Villa Gaby. Y esto es turbador. El señor Pardo tendrá así cuatro casas. Una en Lima. Otra en Miraflores. Otra en La Punta. Otra en Chucuito. No será posible precisar a ninguna hora de la noche en cuál de sus cuatro casas estará el señor Pardo.
         Las gentes hacen su cuenta con los dedos:
         —Una casa, el Palacio de Gobierno. Otra, la Villa Gaby. Otra, la de Miraflores. Otra, la de Chucuito.
         Y se pasan las horas repitiendo la cuenta.
         Hay quienes han venido a contarnos que al señor Pardo le molestaba La Punta. No tenía en ella quietud. La Villa Gaby está a la orilla del mar. Pueden asaltarla a media noche misteriosos filibusteros. Frente a la Villa Gaby se enciende todas las noches una luz en el mar. Una luz que arredra, que amedrenta y que cohíbe. Y pasan por el mar de rato en rato barcas extrañas. La luz es de la isla de San Lorenzo. Pero cuando uno está nervioso parece una señal. Las barcas son las de los pescadores. Pero cuando uno está nervioso parecen extrañas y dan miedo.
         El señor Pardo vivía por eso sin contento y sin placer en La Punta. Me parecía que los celos de Miraflores lo perseguían. Y visitaba a Miraflores para aplacarla. Mas su intranquilidad no tenía remedio. Veía sombras y fantasmas.
         Chucuito lo va a recibir en una mansión muy elegante y suntuosa. Es la casa del comandante Olivera la que tendrá el honor de acoger al señor Pardo. Como las gentes habladoras están diciendo que el señor Pardo ha abandonado a la escuadra, va a darles él un desmentido. Va a probarles que tiene a la marina un amor inmenso. Y no es posible que se lo pruebe mejor que yéndose a vivir a la casa de un marino.
         El comandante Olivera, que es un varón inteligente y que sabe darse cuenta de la magnitud del honor que va a tener su casa, está desde ahora orgulloso y regocijado. Lleva sus charreteras y sus galones con una majestad repentina. Y habla y acciona con la mesura de quien está ya en los aledaños de la inmortalidad.
         Y el señor Pardo, que encuentra deliciosa la casa del comandante Olivera, no quiere privarlo de hablar en ella. Absolutamente. La cortesía del presidente de la República es infinita. Y es por eso que ha buscado una forma gentil de no motivar privación alguna para el señor Olivera: lo va a mandar a Europa. Probablemente para que piense en ese mundo lo que se debe hacer en nuestra escuadra.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 25 de enero de 1917. ↩︎