3.18. La playa de los amores
- José Carlos Mariátegui
1Vámonos todos a La Punta. Todos, absolutamente todos. La Punta nos llama y nos invita. Nada importa que no haya en La Punta hotel que nos cobije. Habrá siempre mar que nos reciba sin que se exaspere ni rebalse.
Y es que en La Punta no solo está la residencia de veraneo del señor Pardo. Muy pronto estará también allí el ilustre señor Prado y Ugarteche. Dos grandes personalidades van a vivir en el mismo balneario, van a bañarse en el mismo mar, van a respirar la misma brisa, van a mirar el mismo panorama.
Nos han traído hace un instante la noticia de la determinación del señor Prado y nos han dado un asombro muy grande. ¿Por qué se va el señor Prado a La Punta? ¿Por qué no se va a Chorrillos? ¿Por qué no se va al Barranco? ¿Por qué no se va a Miraflores? ¿Por qué no se va a Ancón?
La elección de balneario ha sido un grave problema para el señor Prado. Pensó el señor Prado en Chorrillos, pero seguramente lo hizo desistir de su pensamiento la presencia del señor José de la Riva Agüero en ese balneario, no por el señor Riva Agüero que es tan estimable y buen mozo, sino por el recuerdo de su última carta política que es tan mala. Pensó el señor Prado en el Barranco, pero lo indujo adversamente al Barranco su prosaico y metropolitano espíritu. Pensó el señor Prado en Miraflores, pero se arrepintió por temor a que se creyese que había esperado la ausencia del señor Pardo para ir a Miraflores. Pensó finalmente en Ancón. Pero Ancón está muy lejos, más lejos aún que Chosica, y un político no puede vivir en tanto alejamiento de la ciudad.
Y ha caído de esta manera el señor Prado en la elección de La Punta. Se ha dicho que si va a La Punta las gentes se darán cuenta una vez más de que no teme a las seducciones del señor Pardo. Y se ha dicho también que las gentes se persuadirán de que es muy valiente y muy sereno.
Esta es la última semana que está en Lima el señor Prado. En la próxima se marchará a La Punta. No se trasladará a la Villa Gaby precisamente. Pero se trasladará a una mansión elegante y plácida.
La noticia del viaje del señor Prado a La Punta ha circulado con presteza y entre comentarios en la ciudad.
La ciudad ha comenzado a gritar:
—¡Se va el señor Prado a La Punta! ¡Se va el señor Prado a La Punta!
Y nosotros le hemos preguntado por hacernos los inocentes:
—¿A La Punta del señor Secada? ¿A La Punta de la Villa Gaby?
La ciudad nos ha respondido impaciente:
—¡A La Punta del señor Secada! ¡A La Punta de la Villa Gaby!
Una parte de la ciudad, pequeña, maligna y reticente, se ha quedado murmurando:
—El señor Prado se va a La Punta porque el señor Pardo está allí.
Y ha agregado luego:
—Pero no sabe que el señor Pardo no está en La Punta permanentemente. La Villa Gaby alberga a su familia, pero no lo alberga a él sino de rato en rato. ¡El señor Pardo sigue en Miraflores!
Un comentario inquietante.
Y es que en La Punta no solo está la residencia de veraneo del señor Pardo. Muy pronto estará también allí el ilustre señor Prado y Ugarteche. Dos grandes personalidades van a vivir en el mismo balneario, van a bañarse en el mismo mar, van a respirar la misma brisa, van a mirar el mismo panorama.
Nos han traído hace un instante la noticia de la determinación del señor Prado y nos han dado un asombro muy grande. ¿Por qué se va el señor Prado a La Punta? ¿Por qué no se va a Chorrillos? ¿Por qué no se va al Barranco? ¿Por qué no se va a Miraflores? ¿Por qué no se va a Ancón?
La elección de balneario ha sido un grave problema para el señor Prado. Pensó el señor Prado en Chorrillos, pero seguramente lo hizo desistir de su pensamiento la presencia del señor José de la Riva Agüero en ese balneario, no por el señor Riva Agüero que es tan estimable y buen mozo, sino por el recuerdo de su última carta política que es tan mala. Pensó el señor Prado en el Barranco, pero lo indujo adversamente al Barranco su prosaico y metropolitano espíritu. Pensó el señor Prado en Miraflores, pero se arrepintió por temor a que se creyese que había esperado la ausencia del señor Pardo para ir a Miraflores. Pensó finalmente en Ancón. Pero Ancón está muy lejos, más lejos aún que Chosica, y un político no puede vivir en tanto alejamiento de la ciudad.
Y ha caído de esta manera el señor Prado en la elección de La Punta. Se ha dicho que si va a La Punta las gentes se darán cuenta una vez más de que no teme a las seducciones del señor Pardo. Y se ha dicho también que las gentes se persuadirán de que es muy valiente y muy sereno.
Esta es la última semana que está en Lima el señor Prado. En la próxima se marchará a La Punta. No se trasladará a la Villa Gaby precisamente. Pero se trasladará a una mansión elegante y plácida.
La noticia del viaje del señor Prado a La Punta ha circulado con presteza y entre comentarios en la ciudad.
La ciudad ha comenzado a gritar:
—¡Se va el señor Prado a La Punta! ¡Se va el señor Prado a La Punta!
Y nosotros le hemos preguntado por hacernos los inocentes:
—¿A La Punta del señor Secada? ¿A La Punta de la Villa Gaby?
La ciudad nos ha respondido impaciente:
—¡A La Punta del señor Secada! ¡A La Punta de la Villa Gaby!
Una parte de la ciudad, pequeña, maligna y reticente, se ha quedado murmurando:
—El señor Prado se va a La Punta porque el señor Pardo está allí.
Y ha agregado luego:
—Pero no sabe que el señor Pardo no está en La Punta permanentemente. La Villa Gaby alberga a su familia, pero no lo alberga a él sino de rato en rato. ¡El señor Pardo sigue en Miraflores!
Un comentario inquietante.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 18 de enero de 1917. ↩︎