3.17. Grimas y zozobras
- José Carlos Mariátegui
1Uno de estos días, nos ha llegado del sur una onda que nos ha dado a todos calofrío. Nos ha entrado en el cuerpo sorpresivamente una zozobra indecisa. Nos ha entrado aviesamente como una terciana. Nos ha entrado malignamente para quitarnos bienestar y prestancia.
¿Qué onda ha sido esta que ha pasado así entre nosotros de improviso? Sabemos que ha venido del Sur porque lo hemos sentido. Pero no sabemos más. Y solo tenemos un calofrío que no se nos quita dentro de la cama, ni bajo de ella que es donde uno se guarda cuando le asalta el miedo.
¿Qué onda ha sido esta? ¿Nos ha dado miedo o nos ha dado calofrío no más?
Nadie nos ha contestado.
Y nosotros, después de que nos hemos cansado de gritar, hemos preferido callarnos y dedicarnos a la averiguación y al acecho perspicaz y cauteloso.
Pero como no somos avizores y sí bisoños, hemos seguido muchas horas sin ver nada.
Hemos puesto los ojos en Palacio para saber si la onda había llegado allí. Y hemos sabido que había llegado a Palacio más fuerte que a ninguna parte. Y que su vibración más intensa había sido en el sector del gabinete presidencial. Mas no sacamos otro indicio ni otro conocimiento.
Y hemos puesto luego los ojos en La Punta, lo mismo que en la noche del inquietante eclipse, sin que tampoco La Punta nos iluminase el entendimiento y nos alumbrase el camino.
Cuando ya nuestros ojos han estado fatigados y marchitos, los hemos puesto en el Sur del Perú, que es de donde ha venido la onda maligna y turbadora. Y como nuestros ojos no pueden mirar muy lejos, los hemos quitado del horizonte para ponerlos sobre el mapa.
Acá está Arequipa. ¿Ha sido de Arequipa de donde nos ha venido este malestar que nos da vahídos pero que no nos derriba? ¿Qué va a pasar en Arequipa? ¿Quién está en Arequipa? Hace cuatro días se ha embarcado para Arequipa el señor Víctor Andrés Belaunde. Pero el señor Belaunde es muy amigo nuestro y no va a hacer nada malo en Arequipa ni Arequipa le va a hacer nada malo a él. Y el señor Urquieta, que era antes un agitador, ha cambiado el señorío del pueblo de Arequipa por el señorío del pueblo de Moquegua con un gesto displicente de magnate.
Allá está Puno. ¿Ha sido de Puno de donde ha venido esta onda intranquilizadora y vaga? La paz y la gracia del Señor reinan en Puno. Puno está inmune y feliz y de él no salen presagios ni brotan maleficios.
Acullá está el Cusco. ¿Ha sido del Cusco de donde ha venido la onda mala? Cusco es el ombligo. El Cusco es el centro. También es el ombligo y el centro de todo bien. Cusco es muy bueno y muy tranquilo. Y no está en él siquiera el señor Teófilo Luna, que es uno de los pocos cusqueños de ánimo exaltado y nervios hiperestésicos.
Paseamos el dedo índice. Acá está Arequipa. Allá está Puno. Acullá está Cusco. Más allá de todo está Bolivia. Y de Bolivia no puede llegarnos onda atmosférica ni terrestre de ninguna especie.
¿Entonces qué onda ha sido esta? ¿Entonces por qué nos ha dejado turbados e inquietos? La verdad es que desde que nos ha llegado sutil y rara, hemos perdido la mitad del sosiego, de la tranquilidad y de la alegría. Nos hemos puesto lo mismo que si nos hubiera cantado un ave de mal agüero.
¿No podremos saber de esta onda, sino que ha venido del Sur y que ha coincidido casi con la intoxicación de la pesca?
Hoy, por fortuna, hemos mirado por fin abierto nuestro horizonte. Y hemos sentido iluminado nuestro entendimiento. Las gentes que tienen las mismas extrañas turbaciones que nosotros han venido para decirnos:
—¡Hay un fugitivo! ¡Hay un fugitivo! ¡Un fugitivo es la clave!
Nosotros hemos pensado que el fugitivo no podía ser ya el león del Zoológico.
Y hemos pensado inmediatamente que en el Perú no hay a estas horas más fugitivo que el general Rumimaqui. El general Rumimaqui, que entre nosotros era solo el mayor Teodomiro Gutiérrez, entre los indios es el inca, el restaurador y otras cosas tremendas y trascendentales.
Ya sabemos por qué nos ha llegado una onda mala del Sur. Ya sabemos por qué hay un indicio feo en el sismógrafo nuestro y en el sismógrafo del señor Pardo. Anda suelto en los campos y en las serranías de Arequipa, de Puno y del Cuzco, el general Rumimaqui. Anda a salto de mata.
Hay gentes del orden público que lo siguen y lo acorralan. Pero que no lo cogen. Nada importa que del gobierno salgan muchas órdenes y muchos apremios.
Pero acongoja una zozobra que es como la zozobra del león suelto.
Y es que el general Rumimaqui quiere a todo trance la restauración de la dinastía incásica y esto tiene que parecernos muy malo a todos, pero especialmente a otra dinastía.
¿Qué onda ha sido esta que ha pasado así entre nosotros de improviso? Sabemos que ha venido del Sur porque lo hemos sentido. Pero no sabemos más. Y solo tenemos un calofrío que no se nos quita dentro de la cama, ni bajo de ella que es donde uno se guarda cuando le asalta el miedo.
¿Qué onda ha sido esta? ¿Nos ha dado miedo o nos ha dado calofrío no más?
Nadie nos ha contestado.
Y nosotros, después de que nos hemos cansado de gritar, hemos preferido callarnos y dedicarnos a la averiguación y al acecho perspicaz y cauteloso.
Pero como no somos avizores y sí bisoños, hemos seguido muchas horas sin ver nada.
Hemos puesto los ojos en Palacio para saber si la onda había llegado allí. Y hemos sabido que había llegado a Palacio más fuerte que a ninguna parte. Y que su vibración más intensa había sido en el sector del gabinete presidencial. Mas no sacamos otro indicio ni otro conocimiento.
Y hemos puesto luego los ojos en La Punta, lo mismo que en la noche del inquietante eclipse, sin que tampoco La Punta nos iluminase el entendimiento y nos alumbrase el camino.
Cuando ya nuestros ojos han estado fatigados y marchitos, los hemos puesto en el Sur del Perú, que es de donde ha venido la onda maligna y turbadora. Y como nuestros ojos no pueden mirar muy lejos, los hemos quitado del horizonte para ponerlos sobre el mapa.
Acá está Arequipa. ¿Ha sido de Arequipa de donde nos ha venido este malestar que nos da vahídos pero que no nos derriba? ¿Qué va a pasar en Arequipa? ¿Quién está en Arequipa? Hace cuatro días se ha embarcado para Arequipa el señor Víctor Andrés Belaunde. Pero el señor Belaunde es muy amigo nuestro y no va a hacer nada malo en Arequipa ni Arequipa le va a hacer nada malo a él. Y el señor Urquieta, que era antes un agitador, ha cambiado el señorío del pueblo de Arequipa por el señorío del pueblo de Moquegua con un gesto displicente de magnate.
Allá está Puno. ¿Ha sido de Puno de donde ha venido esta onda intranquilizadora y vaga? La paz y la gracia del Señor reinan en Puno. Puno está inmune y feliz y de él no salen presagios ni brotan maleficios.
Acullá está el Cusco. ¿Ha sido del Cusco de donde ha venido la onda mala? Cusco es el ombligo. El Cusco es el centro. También es el ombligo y el centro de todo bien. Cusco es muy bueno y muy tranquilo. Y no está en él siquiera el señor Teófilo Luna, que es uno de los pocos cusqueños de ánimo exaltado y nervios hiperestésicos.
Paseamos el dedo índice. Acá está Arequipa. Allá está Puno. Acullá está Cusco. Más allá de todo está Bolivia. Y de Bolivia no puede llegarnos onda atmosférica ni terrestre de ninguna especie.
¿Entonces qué onda ha sido esta? ¿Entonces por qué nos ha dejado turbados e inquietos? La verdad es que desde que nos ha llegado sutil y rara, hemos perdido la mitad del sosiego, de la tranquilidad y de la alegría. Nos hemos puesto lo mismo que si nos hubiera cantado un ave de mal agüero.
¿No podremos saber de esta onda, sino que ha venido del Sur y que ha coincidido casi con la intoxicación de la pesca?
Hoy, por fortuna, hemos mirado por fin abierto nuestro horizonte. Y hemos sentido iluminado nuestro entendimiento. Las gentes que tienen las mismas extrañas turbaciones que nosotros han venido para decirnos:
—¡Hay un fugitivo! ¡Hay un fugitivo! ¡Un fugitivo es la clave!
Nosotros hemos pensado que el fugitivo no podía ser ya el león del Zoológico.
Y hemos pensado inmediatamente que en el Perú no hay a estas horas más fugitivo que el general Rumimaqui. El general Rumimaqui, que entre nosotros era solo el mayor Teodomiro Gutiérrez, entre los indios es el inca, el restaurador y otras cosas tremendas y trascendentales.
Ya sabemos por qué nos ha llegado una onda mala del Sur. Ya sabemos por qué hay un indicio feo en el sismógrafo nuestro y en el sismógrafo del señor Pardo. Anda suelto en los campos y en las serranías de Arequipa, de Puno y del Cuzco, el general Rumimaqui. Anda a salto de mata.
Hay gentes del orden público que lo siguen y lo acorralan. Pero que no lo cogen. Nada importa que del gobierno salgan muchas órdenes y muchos apremios.
Pero acongoja una zozobra que es como la zozobra del león suelto.
Y es que el general Rumimaqui quiere a todo trance la restauración de la dinastía incásica y esto tiene que parecernos muy malo a todos, pero especialmente a otra dinastía.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 17 de enero de 1917. ↩︎