3.11. Un desmentido

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Un hombre grande, un hombre del pardismo, un hombre de las alturas, un hombre notable, ha venido a media noche a nuestra imprenta para conversar con nosotros y para rectificar una noticia nuestra.
         Y este hombre que nos ha abordado sonriéndose, ha comenzado por hacernos esta pregunta:
         —¿Por quién han dicho ustedes que es el favorito del señor Pardo?
         Le hemos respondido:
         —Por el señor Amador del Solar.
         Y él nos ha dicho entonces:
         —Están ustedes engañados. Yo les voy a decir quién es el favorito. ¡A ver! Pongan en fila a todos los hombres del régimen. ¡A ver!
         Nosotros lo hemos obedecido. Hemos comenzado a representar otra vez con gallitos de papel a los políticos. Y hemos comenzado a ponerlos en fila. Cuando todos han estado formados los hemos cogido uno por uno y hemos ido diciendo:
         —Este es el señor Amador del Solar. Este es el señor Tudela y Varela. Este es el señor Enrique de la Riva Agüero. Este es el señor García y Lastres. Este es el señor Manzanilla. Este el señor Manuel Vicente Villarán. Este es el señor Antonio Miró Quesada. Este es mengano. Este es fulano. Este es zutano.
          luego hemos interrogado:
         —¿Quién es el favorito?
         Nuestro amigo nos ha dicho:
         —No está aquí.
         Y se ha callado un instante para decirnos luego:
         —¿Por qué no han puesto aquí al señor Pardo? Nos hemos asombrado:
         —¿A don Juan Pardo? ¿A don Enrique Pardo? ¿A don Felipe Pardo? ¿A don Luis Pardo?
         Y nuestro ilustre y sigiloso interlocutor nos ha respondido:
         —Ni a don Juan, ni a don Enrique, ni a don Felipe, ni a don Luis, ¿Por qué no han puesto aquí al propio don José Pardo?
         Ha sido para que nos quedásemos estupefactos.
         —No hay más favorito del señor Pardo que el mismo señor Pardo. Tengan ustedes esta persuasión. Cuando el señor Pardo piensa en un favorito se pone delante del espejo y se convence de que tiene un favorito imponderable. Y se queda tranquilo.
         Ha sido para que nos echásemos a reír y para que preguntásemos después:
         —¿Y el señor Leguía no fue el favorito de la primera administración del señor Pardo?
         Pero entonces nos han respondido:
         —¡Claro! Leguía sí fue el favorito de Pardo. ¡Quién lo duda!
         Y después de que nos hemos reído mucho él y nosotros, se ha despedido para volverse al llegar a la puerta y decirnos:
         —¡Pero Leguía es Leguía!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 11 de enero de 1917. ↩︎