2.31. Washington-Lima

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Ya se le pueden hacer al señor García y Lastres todos los cargos y todas las críticas. Ya no hay censura que lo conmueva. Ya no hay acusación que lo aflija. La dictadura fiscal tiene para él en estos momentos un peso de pluma. Todo es, en su cartera y en su gabinete, leve, frágil, aéreo.
         Y es que el señor García y Lastres tiene en sus manos un cablegrama milagroso. Un cablegrama de felicitación que le ha llegado desde Washington y que lo ha llenado de regocijo. Un cablegrama para el cual ha tenido la más efusiva de las respuestas. Un cablegrama del ilustre ministro de hacienda de los Estados Unidos, Excmo. señor Mac Adoo.
         Hay que explicarse el alborozo y el orgullo del señor García y Lastres. Un cablegrama de personaje tan grande tiene que engreír a la república. El señor Mac Adoo se acuerda amablemente de nosotros. Y nos felicita solícitamente antes de que llegue el año porque siente un amor muy grande por nosotros.
         El señor García y Lastres ha querido ser generoso y entusiasta en la contestación. El cablegrama del señor Mac Adoo le trasmitía al señor García y Lastres sus cordiales votos por la prosperidad y felicidad del año nuevo. Y el cablegrama del señor García y Lastres ha felicitado y reverenciado al señor Mac Adoo, a su país, a su familia, a sus amigos íntimos y a su secretario. El señor García y Lastres ha querido ser más cortés que el señor Mac Adoo, que probablemente lo es demasiado.
         Mas las gentes han tenido la irrespetuosidad de reírse de todos estos cablegramas y de comentarlos con malevolencia y agresividad. Y han hecho una alharaca tremenda que está resonando todavía.
         Nos han asaltado en las calles:
         —¡Cómo! ¿Este señor Mac Adoo es el mismo que pasó por el Callao en el “Tennessee”?
         —Sí; es el mismo.
         —¿Es el mismo que no quiso desembarcar por miedo a la bubónica?
         —Sí; es el mismo.
         —¿Es el mismo que nos dejó con los banquetes servidos?
         —Sí; es el mismo.
         —¿Y por qué le manda cablegramas a nuestro ministro de hacienda?
         —Debe ser porque nos quiere mucho.
         —¿Y por qué nos hace los cablegramas en día de inocentes?
         —Debe ser porque en los Estados Unidos no hay día de inocentes.
         —¿Y por qué nos felicita por el año nuevo cuando el año nuevo todavía no ha llegado?
         —Debe ser para expresar su deseo de que llegue muy pronto.
         —¿Y por qué cumplimenta a un ministro que se ha salido de la Constitución?
         —Debe ser porque piensa imitarlo.
         Pero las gentes han estallado en protestas y en gritos:
         —¡No, no, no! ¡Ese señor Mac Adoo no nos quiere! ¡Se ríe de nosotros! ¡Nos ha querido tomar el pelo desde Washington! ¡Por eso nos ha cablegrafiado en día de inocentes! ¡Hasta aquí estamos oyendo cómo se ríe!
         Y estas gentes tan patriotas, tan celosas, tan vigilantes, tan serias, tan observadoras, han encontrado luego un cauce para su indignación:
         —¡Volvamos los ojos al peligro yanqui! ¡Norteamérica nos acecha! ¡Norteamérica nos amenaza! ¡Pongámonos en guardia! ¡Acordémonos de Manuel Ugarte! ¡Recelemos de la doctrina de Monroe! ¡Recelemos de Wilson! ¡Recelemos de la Standard Oil! ¡Y digamos otra vez que la América Latina es para los latinoamericanos!
         Y nosotros nos hemos entusiasmado tanto que nos hemos parado para gritar:
         —¡Bravo!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 31 de diciembre de 1916. ↩︎