2.15. Tras de la puerta - Humorismo

  • José Carlos Mariátegui

Tras de la puerta1  

         Ya está listo el decreto tremendo. Le falta la fecha tan solo. Una de estas tardes o una de estas noches el señor Pardo lo mandará a los diarios y se asomará luego a los balcones de Palacio para que las gentes vean que todavía está buen mozo.
         El decreto es sensacional. Lo hemos leído. Nos hemos empinado, a espaldas del señor Pardo, para conocerlo. Casi lo hemos aprendido de memoria.
         Y luego hemos salido corriendo de Palacio con un pavor muy grande como si hubiéramos penetrado en un secreto terrible.
         En esta casa hemos hecho una alharaca fortísima.
         —¡Hemos leído el decreto! ¡Hemos leído el decreto!
         —¿Verdad? ¡Mentira!
         —¡Verdad!
         —¿Y es muy largo?
         —No es muy largo.
         —¿Es muy corto?
         —No es muy corto.
         —¿Está escrito con buena letra?
         —Con buena letra.
         —¿Tiene ya la firma del señor Pardo?
         —Tiene ya la firma del señor Pardo
         —¿Y no le ha temblado el pulso al señor Pardo?
         —¡Qué iba a temblarle!
         Y en toda la ciudad hemos hecho más ruido todavía.
         —¡Ya está listo el decreto!
         La sorpresa ha sido grande.
         —¡Tan pronto!
         Y es muy cierto. La dictadura fiscal se halla tras de la puerta. Va a presentarse de repente. Quiere darnos una sorpresa.
         No va a llamarse ya prórroga del presupuesto. Tanto le han dicho al señor Pardo que era un delito la prórroga del presupuesto, que le ha cambiado de nombre a la dictadura fiscal.
         El decreto es un monumento de sofismas y de eufemismos.
         Menciona a la ley a cada rato. Pero no dice para qué la menciona. Y no prorroga el presupuesto. Sujeta los gastos a las leyes vigentes.
         El señor Pardo no quiere presupuesto, no quiere norma, no quiere pauta legislativa alguna.
         Va a gobernar sin presupuesto. Y, sin embargo, por una estrafalaria y absurda paradoja, afirma que va a gobernar con la ley.
         El presupuesto es inútil.
         Un gobierno honesto y puro puede reírse de él.
         Con toda confianza.

Humorismo  

         Mala voluntad le tiene el señor Pardo al general Canevaro. Lo denunciamos desde estos renglones. Lo acusamos y lo juramos.
         Y tenemos una prueba muy grande. Nos la ha traído un hombre esclarecido y circunspecto que dice siempre la verdad. Y que la dice haciendo una cruz con la mano derecha.
         Hace pocos días el señor Pardo estuvo en la Escuela de Artes y Oficios. En la Escuela de Artes y Oficios tiene puestos muchos de sus orgullos. La mira como una obra suya. Y la engríe como a una hija.
         Y en la Escuela de Artes y Oficios, sórdidamente, sigilosamente, secretamente, el señor Pardo se empeñó en hacer una imitación de los humorismos del general Canevaro.
         Toda la gente que allí estaba se moría de risa.
         Los maestros de la Escuela llevaron al señor Pardo frente a una reja destruida por los alumnos y destinada al Cuerpo de Ingenieros de Caminos, de Minas y de Aguas.
         Y el señor Pardo siguió imitando los humorismos del general Canevaro y llamando signos masónicos a los emblemas de la ingeniería y peces a los delfines.
         Pero de repente el señor Pardo se puso de mal humor y se acabó toda su alegría.
         Fue ante la placa conmemorativa de la fundación de la escuela, descubierta por las manos solícitas de los alumnos. En lo alto de ella está el busto del señor Pardo. Y no es posible saber si la placa inmortaliza al busto o si el busto inmortaliza a la placa.
         Los maestros anunciaron:
         —¡Va a ser colocada muy pronto! ¡Va a ser colocada con una ceremonia solemne!
         Y el señor Pardo se desesperó.
         —¡No! ¡No! ¡El busto no está bien! ¡No hay parecido fisonómico! ¡Esa nariz! ¡Ese bigote! ¡Esos ojos! ¡No son los mismos! ¡Tráiganme un espejo!
         Y fracasó todo el humorismo de la tarde violenta y acremente.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 15 de diciembre de 1916. ↩︎