1.2. Un día más - Camino adelante
- José Carlos Mariátegui
Un día más1
Hoy nos despertamos igual que todos los días. Y nos despertamos igual que todos los días. Y nos incorporamos en la cama igual que todos los días.
¿Qué día es hoy? Vamos a arrancar una hojita del almanaque y a mirar la que está abajo. Y vamos a ver luego si la hojita que hemos arrancado, tiene chiste, charada, adivinanza, logogrifo, adagio o epigrama. No sabemos por qué nos da el corazón que tiene adivinanza.
El almanaque nos dice que hoy es 17 de noviembre. La iglesia católica, apostólica y romana celebra a Santa Gertrudis la Magna, a San Gregorio Taumaturgo, a San Hugón, obispo. La efeméride del día es la exaltación de Isabel al trono de Inglaterra en 1558. Y dura hasta hoy la luna llena. Conforme a la Astrología, la persona nacida en este día está bajo la influencia de Escorpión. Y conforme también a la Astrología, Escorpión es un signo violento que da audacia y obstinación y expone a frecuentes peligros.
Este día es, pues, un día absolutamente vulgar. No hay festividad religiosa. No hay festividad cívica. No hay centenario patriótico. No hay duelo nacional. Es un día sin descanso y sin misa obligatoria. ¿Qué va a ser de nosotros en este día? Esto no lo sabe decir el almanaque.
Tenemos otro desperezo. Nos levantamos. Nos vestimos. Nos asomamos a la ventana. Y comprobamos que estamos en Lima. Y recordamos que somos periodistas y que tenemos que escribir para las gentes metropolitanas y curiosas.
Nos parece que la calle está llena de gentes. Y nos parece que las gentes nos hacen preguntas ávidas con las manos. Pensamos que las gentes nos aplauden y nos sentimos en trance de hombres públicos. Y gritamos así desde la ventana:
—¡Oíd, mortales! Hoy, según el calendario, es 17 de noviembre. La luna nueva llega a su término. Mañana estaremos en cuarto menguante. Los santos del día fueron austeros varones y virtuosas vírgenes cuando estuvieron en la Tierra. Ahora que están en el cielo son santos no más.
Las gentes metropolitanas y curiosas nos interrumpen:
—¡Política! ¡Política! ¿Qué hay de política? ¿Qué hace el señor Pardo?
Y nosotros continuamos:
—¡Oíd, mortales! ¡Apartaos de la política que es cosa mundana y pueril! ¡Pensad en Dios! ¡Pensad en la patria! ¡Pensad en el progreso! ¡Pensad en la salvación de vuestras almas! ¡Poned los ojos en el cielo y separadlos de las cosas de la tierra! Sed buenos, sed piadosos, sed humildes, sed mansos.
Las gentes metropolitanas y curiosas se indignan contra nosotros y vuelven a interrumpirnos:
—¡Política! ¡Política! ¿Cuándo sale la convocatoria? ¿Cuándo sale la prórroga?
Y nosotros nos obstinamos:
—¡Oíd, mortales! No penséis en la prórroga. No penséis en la convocatoria. ¡Quitad vuestros ojos de la política!¡Dejad en paz y tranquilidad al señor Pardo! Si hay convocatoria, recibidla con humildad y paciencia. Si hay prórroga del presupuesto, recibidla también con humildad y paciencia. Tened fe en Dios y en el señor Pardo. Sed buenos, sed piadosos, sed humildes, sed mansos.
Pero las gentes nos silban furiosamente y nosotros tenemos que cerrar nuestra ventana.
¡Santa Gertrudis la Magna, San Gregorio Taumaturgo y San Hugón obispo nos acorran y nos protejan! Por la señal de la Santa Cruz…
¿Qué día es hoy? Vamos a arrancar una hojita del almanaque y a mirar la que está abajo. Y vamos a ver luego si la hojita que hemos arrancado, tiene chiste, charada, adivinanza, logogrifo, adagio o epigrama. No sabemos por qué nos da el corazón que tiene adivinanza.
El almanaque nos dice que hoy es 17 de noviembre. La iglesia católica, apostólica y romana celebra a Santa Gertrudis la Magna, a San Gregorio Taumaturgo, a San Hugón, obispo. La efeméride del día es la exaltación de Isabel al trono de Inglaterra en 1558. Y dura hasta hoy la luna llena. Conforme a la Astrología, la persona nacida en este día está bajo la influencia de Escorpión. Y conforme también a la Astrología, Escorpión es un signo violento que da audacia y obstinación y expone a frecuentes peligros.
Este día es, pues, un día absolutamente vulgar. No hay festividad religiosa. No hay festividad cívica. No hay centenario patriótico. No hay duelo nacional. Es un día sin descanso y sin misa obligatoria. ¿Qué va a ser de nosotros en este día? Esto no lo sabe decir el almanaque.
Tenemos otro desperezo. Nos levantamos. Nos vestimos. Nos asomamos a la ventana. Y comprobamos que estamos en Lima. Y recordamos que somos periodistas y que tenemos que escribir para las gentes metropolitanas y curiosas.
Nos parece que la calle está llena de gentes. Y nos parece que las gentes nos hacen preguntas ávidas con las manos. Pensamos que las gentes nos aplauden y nos sentimos en trance de hombres públicos. Y gritamos así desde la ventana:
—¡Oíd, mortales! Hoy, según el calendario, es 17 de noviembre. La luna nueva llega a su término. Mañana estaremos en cuarto menguante. Los santos del día fueron austeros varones y virtuosas vírgenes cuando estuvieron en la Tierra. Ahora que están en el cielo son santos no más.
Las gentes metropolitanas y curiosas nos interrumpen:
—¡Política! ¡Política! ¿Qué hay de política? ¿Qué hace el señor Pardo?
Y nosotros continuamos:
—¡Oíd, mortales! ¡Apartaos de la política que es cosa mundana y pueril! ¡Pensad en Dios! ¡Pensad en la patria! ¡Pensad en el progreso! ¡Pensad en la salvación de vuestras almas! ¡Poned los ojos en el cielo y separadlos de las cosas de la tierra! Sed buenos, sed piadosos, sed humildes, sed mansos.
Las gentes metropolitanas y curiosas se indignan contra nosotros y vuelven a interrumpirnos:
—¡Política! ¡Política! ¿Cuándo sale la convocatoria? ¿Cuándo sale la prórroga?
Y nosotros nos obstinamos:
—¡Oíd, mortales! No penséis en la prórroga. No penséis en la convocatoria. ¡Quitad vuestros ojos de la política!¡Dejad en paz y tranquilidad al señor Pardo! Si hay convocatoria, recibidla con humildad y paciencia. Si hay prórroga del presupuesto, recibidla también con humildad y paciencia. Tened fe en Dios y en el señor Pardo. Sed buenos, sed piadosos, sed humildes, sed mansos.
Pero las gentes nos silban furiosamente y nosotros tenemos que cerrar nuestra ventana.
¡Santa Gertrudis la Magna, San Gregorio Taumaturgo y San Hugón obispo nos acorran y nos protejan! Por la señal de la Santa Cruz…
Camino adelante
Con el señor Pardo a la cabeza, seguimos adelante. A veces nos paramos y hacemos una “pascana”, como dice el señor Abelardo Gamarra.
Estamos en una peregrinación fatigante e inexorable. Caminamos. Caminamos. Caminamos. Y caminamos con resignación y mansedumbre.
De rato en rato sentimos una rebeldía o una inquietud y hacemos una interrogación:
—¿A dónde vamos?
Pero nadie nos contesta y seguimos marchando. Y tenemos que callarnos porque si persistimos en nuestras rebeldías, en nuestras inquietudes y en nuestras preguntas, corremos el peligro de quedarnos en el camino.
Y tenemos que confiar en que nos llevan a la tierra prometida o a la ciudad feliz.
Hay repentinamente voces así:
—¡Nos estamos perdiendo! ¡Nos estamos extraviando! ¡Por este camino se va al fracaso!
Y estas voces tienen en las noches un eco muy largo y se quedan vibrando mucho rato como las alertas inquietantes de los centinelas.
—¡Nos estamos perdiendooooo! ¡Nos estamos extraviandooooo!
Pero luego estos temores y estas vacilaciones se despejan. El señor Pardo que va a la cabeza de todos nosotros avanza tranquilo, risueño, despreocupado, feliz. Luego no puede pasarnos nada malo. Luego no debe amenazarnos ningún peligro. Luego no debe asustarnos ninguna asechanza.
Y no solo el señor Pardo avanza tranquilo, risueño, despreocupado y feliz. También avanzan tranquilos, risueños, despreocupados y felices los esclarecidos políticos que rodean al señor Pardo. El señor Riva Agüero, el señor Valera, el señor García y Lastres, el señor García Bedoya, el señor Sosa, el general Puente.
Entre todos, el que marcha con más decisión, arrojo y gallardía es el general Puente. El general Puente es también el que tiene más arrogante apostura y más sonora marcialidad. Va tan radiante, tan regocijado y tan jocundo, que hay que pensar que tiene, como los santos, un nimbo de luz y de gloria y que nosotros, de puro menguados y miserables, no sabemos vérselo.
El general Puente es en estas horas el gran paladín del régimen. Su espada nueva, bizarra y señorita, está al lado del señor Pardo y de lo que quiera el señor Pardo. Si el señor Pardo quiere la dictadura fiscal, está al lado de la dictadura fiscal. Si el señor Pardo quiere la convocatoria a Congreso, estará al lado de la convocatoria de congreso.
Y la fidelidad austerísima del general Puente, no permite que se dude del señor Pardo, que se piense mal del señor Pardo, ni que se critique al señor Pardo.
Insuflado, con sus galones, con sus plumas, con sus medallas y con sus entorchados, el general Puente se yergue en defensa del señor Pardo, en esta peregrinación fatigante.
Y si le dicen que el señor Pardo se equivoca, el general Puente protesta lleno de energía y de énfasis:
—¡El señor Pardo no se equivoca nunca!
Y si le dicen que el señor Pardo vacila, el general Puente protesta también:
—¡El señor Pardo no vacila nunca!
Y si le dicen que el señor Pardo se asusta, el general Puente protesta otra vez:
–¡El señor Pardo no se asusta nunca!
Y si le dicen que el señor Pardo retrocede, el general Puente protesta una vez más y con tono definitivo:
—¡El señor Pardo no retrocede nuuuuunca!
El señor Pardo tiene para estar orgulloso. Lo acompaña, lo ampara y lo engríe una espada nueva, virgen y señorita de general de brigada. Una espada es siempre eficaz, definitiva y leal. Y, si el camino es muy largo y el cansancio agudo, una espada puede hacer de báculo.
Estamos en una peregrinación fatigante e inexorable. Caminamos. Caminamos. Caminamos. Y caminamos con resignación y mansedumbre.
De rato en rato sentimos una rebeldía o una inquietud y hacemos una interrogación:
—¿A dónde vamos?
Pero nadie nos contesta y seguimos marchando. Y tenemos que callarnos porque si persistimos en nuestras rebeldías, en nuestras inquietudes y en nuestras preguntas, corremos el peligro de quedarnos en el camino.
Y tenemos que confiar en que nos llevan a la tierra prometida o a la ciudad feliz.
Hay repentinamente voces así:
—¡Nos estamos perdiendo! ¡Nos estamos extraviando! ¡Por este camino se va al fracaso!
Y estas voces tienen en las noches un eco muy largo y se quedan vibrando mucho rato como las alertas inquietantes de los centinelas.
—¡Nos estamos perdiendooooo! ¡Nos estamos extraviandooooo!
Pero luego estos temores y estas vacilaciones se despejan. El señor Pardo que va a la cabeza de todos nosotros avanza tranquilo, risueño, despreocupado, feliz. Luego no puede pasarnos nada malo. Luego no debe amenazarnos ningún peligro. Luego no debe asustarnos ninguna asechanza.
Y no solo el señor Pardo avanza tranquilo, risueño, despreocupado y feliz. También avanzan tranquilos, risueños, despreocupados y felices los esclarecidos políticos que rodean al señor Pardo. El señor Riva Agüero, el señor Valera, el señor García y Lastres, el señor García Bedoya, el señor Sosa, el general Puente.
Entre todos, el que marcha con más decisión, arrojo y gallardía es el general Puente. El general Puente es también el que tiene más arrogante apostura y más sonora marcialidad. Va tan radiante, tan regocijado y tan jocundo, que hay que pensar que tiene, como los santos, un nimbo de luz y de gloria y que nosotros, de puro menguados y miserables, no sabemos vérselo.
El general Puente es en estas horas el gran paladín del régimen. Su espada nueva, bizarra y señorita, está al lado del señor Pardo y de lo que quiera el señor Pardo. Si el señor Pardo quiere la dictadura fiscal, está al lado de la dictadura fiscal. Si el señor Pardo quiere la convocatoria a Congreso, estará al lado de la convocatoria de congreso.
Y la fidelidad austerísima del general Puente, no permite que se dude del señor Pardo, que se piense mal del señor Pardo, ni que se critique al señor Pardo.
Insuflado, con sus galones, con sus plumas, con sus medallas y con sus entorchados, el general Puente se yergue en defensa del señor Pardo, en esta peregrinación fatigante.
Y si le dicen que el señor Pardo se equivoca, el general Puente protesta lleno de energía y de énfasis:
—¡El señor Pardo no se equivoca nunca!
Y si le dicen que el señor Pardo vacila, el general Puente protesta también:
—¡El señor Pardo no vacila nunca!
Y si le dicen que el señor Pardo se asusta, el general Puente protesta otra vez:
–¡El señor Pardo no se asusta nunca!
Y si le dicen que el señor Pardo retrocede, el general Puente protesta una vez más y con tono definitivo:
—¡El señor Pardo no retrocede nuuuuunca!
El señor Pardo tiene para estar orgulloso. Lo acompaña, lo ampara y lo engríe una espada nueva, virgen y señorita de general de brigada. Una espada es siempre eficaz, definitiva y leal. Y, si el camino es muy largo y el cansancio agudo, una espada puede hacer de báculo.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 17 de noviembre de 1916. ↩︎