1.12. Monotonía

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Parece que la política estuviera jugando con nosotros a los escondidos.
         Se ha tornado infantil sin duda alguna.
         A ratos nos hace morisquetas, a ratos nos pone cara compungida, a ratos se nos escapa, a ratos se nos oculta tras de las puertas.
         Y todos los días nos quedamos dormidos con la certidumbre de que la política no tiene circunspección alguna y de que es pueril e inconsciente como un niño.
         Nos exaspera la travesura y la tontería de la política. Nos solivianta su falta de seriedad. Nos indigna su atolondramiento y su veletería.
         Hoy hemos amanecido resueltos a pedir a gritos gravedad y juicio. Y hemos salido a la calle para hacer reflexiones transcendentales a los hombres públicos despreocupados. Y le hemos dicho al señor Balbuena:
         —¡La situación es indecisa! ¡La situación es absurda! ¡Esto parece cosa de chicos!
         Y el señor Balbuena, que quiere ser diputado y que pronuncia discursos todos los días, nos ha contestado:
         —¡Mejor que parezca cosa de chicos! ¡Amemos a los chicos ¡Sintámonos chicos! ¡Seamos todos chicos para el árbol de Navidad que yo preparo!
         Ha habido en nosotros sorpresa inaudita ante la respuesta del señor Balbuena. No hemos comprendido cómo un hombre serio ha podido respondernos de tal suerte.
         Y hemos parado al señor Manzanilla:
         —¡La política está loca! ¡Parece al niño atolondrado! ¿Qué vamos a hacer con ella?
         Y el señor Manzanilla nos ha respondido alegremente:
         —¡Comprarle un juguete!
         Y, más asombrados todavía, hemos detenido al señor Secada:
         —¿Cuándo va a ponerse circunspecta la política? ¿Cuándo va a ponerse grave?
         Y el señor Secada nos ha dicho riéndose:
         —¡El año entrante!
         Así nos contestan todos los hombres grandes de la república. Todos se encogen de hombros. Todos hacen broma. Todos se ríen. Este es un país que se muere de risa.
         Y todos los días son iguales. La política va pareciéndose a la guerra de trincheras. Tiene todos los días un comunicado con las mismas palabras. Jamás hay novedades. Jamás hay alteraciones. La batalla campal está proscrita y todo es escaramuzas. Los hombres luchan subterráneamente. Hacen galerías sigilosas. Cuando menos se piensa encienden una mina y salen por el cráter. Y hay instantes en que hasta parece que se sintiera gases asfixiantes. Instintivamente todos nos llevamos el pañuelo a las narices.
         Ayer hubo, sin embargo, una pequeña novedad. Una sola.
         —¡Ya se acabó la inmunidad parlamentaria!
         —¿Tan pronto?
         —¿Cómo tan pronto? ¡Hoy hace un mes que se clausuró el congreso!
         Esto lo decían las gentes con el Almanaque de Bristol en la mano.
         —¿Y no tiene importancia que se haya acabado la inmunidad parlamentaria?
         —No. Pero es una nota del día. Y es una nota de actualidad. ¿Ustedes no andan buscando novedades?
         Y concluye el día domingo con una tranquilidad perezosa que a nosotros nos exaspera y que a las demás gentes las regocija.
         Frente a la máquina de escribir hemos estado perplejos cinco minutos, buscándole un epígrafe a este artículo.
         Y luego hemos escrito con displicencia:
         ¡Monotonía!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 27 de noviembre de 1916. ↩︎