4.9. Monotonía

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Ayer la política tuvo su descanso habitual. Tal como ya hemos dicho, la política no será entre nosotros muy cristiana, apostólica y austera en sus manejos generales, pero sí es rigurosamente cristiana, apostólica y austera en la observación del descanso dominical. Entre nosotros, el domingo es un paréntesis, un entreacto, una tregua. Todo es misa, carreras de caballos o corridas de toros, rutinario y espontáneo corso de carruajes de alquiler, cinema, Palais Concert y mezquinas, pero honestas diversiones.
         Para los únicos para quienes el domingo no es ni un paréntesis, ni un entreacto, ni una tregua, es para nosotros los periodistas. Nosotros tenemos siempre que escribir el día domingo, a fin de que conozcan las últimas novedades las gentes que leen los periódicos el día lunes. Y en demanda de esas novedades vamos, humilde y piadosamente, lo mismo que las demás gentes, a misa, a las carreras, al cinema, al Palais Concert, a todas partes.
         Ayer les hemos hecho a todos nuestros amigos, igual a los que figuran en la política que a los que no figuran ni en la política ni en cosa alguna, la siguiente pregunta:
         —¿Hay alguna novedad política?
         Y nuestros amigos han demorado la respuesta. Nosotros hemos creído que esta demora era una promesa de noticia. Pero todos nos han contestado de idéntica manera:
         —No hay ninguna novedad política.
         Nosotros hemos agregado entonces una pregunta que regularmente no ha sido la misma, pero que, en cambio, siempre ha sido distraída e incongruente:
         —¿El señor Pardo no ha apadrinado la inauguración de ningún local de obreros, de sindicalistas o de tiradores?
         Para que una nueva demora prolongara la siguiente respuesta, vulgar e inútil:
         —El señor Pardo no ha apadrinado la inauguración de ningún local de obreros, de sindicalistas o de tiradores.
         Hemos tenido que desistir de nuestro empeño de adquirir alguna noticia política. Y hemos tenido que interrogar sobre la huelga de telegrafistas, sobre su falta de solución y sobre la incomunicación telegráfica. Y hemos tenido también que interrogar sobre el coronel Zapata. No haría lo mismo el coronel Zapata por nosotros. Esto le demuestra al coronel Zapata cuan gentiles somos cotidianamente.
         Y hemos sabido que las gentes esperan que hoy concluirá la huelga. La Cámara de diputados separará el telégrafo de la dirección del coronel Zapata. Y los huelguistas, amnistiados y garantizados, volverán a sus labores.
         Todo el mundo ha preguntado:
         —¿Cómo suprimen entonces al coronel Zapata, que es como quien dice al factor motivo?
         Pero los amigos del régimen han respondido prestamente:
         —No es exacto. No suprimen al coronel Zapata. El coronel Zapata sigue siendo como antes, director de Correos. Únicamente le exoneran de la dirección de telégrafos. Y esto de los telégrafos, era, en su alta función, accesorio, suplementario. El coronel Zapata no quiere ser sino director de Correos tan solo…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 9 de octubre de 1916. ↩︎