4.31. La poesía y la política

  • José Carlos Mariátegui

 

         1En elogio del señor Concha podrían decirse muchas cosas. Podría decirse que es un inteligente y esclarecido secretario y confidente presidencial. Podría decirse que es un abogado de porvenir. Podría decirse que es un caballero de cristianísimas virtudes. Pero sería preciso hablar de su admirable sentido de la eficacia del esfuerzo para hacer de él verdadero y acertado elogio.
         El señor Concha es dueño del más aguzado perfecto sentido de la eficacia del esfuerzo. El señor Concha es infatigable y pertinaz paladín del gobierno del señor Pardo. Hace propaganda porfiada y perseverante en su obsequio. Su palabra fecunda y trabajadora realiza el prodigio de conseguir siempre proselitismos y devociones para el señor Pardo.
         Y el señor Concha que posee tan máximo sentido de la eficacia del esfuerzo ejercita su actividad de propagandista, de catequizador y misionero en el Malecón de Chorrillos y entre las niñas del Malecón de Chorrillos.
         La palabra del señor Concha es persuasiva, oportuna y convincente en el Malecón de Chorrillos. Consigue para el señor Pardo en ese lugar aristocrático y poético todas las simpatías que no podría conseguir en cualquier otro lugar prosaico, rural o ciudadano. Las causeries del señor Concha tienen en el Malecón de Chorrillos la eficacia que no tendrían en el Paseo Colón, en la Plaza de Armas o en la Alameda de los Descalzos.
         Mirando al secretario presidencial discurrir en el malecón poético y burgués, entre niñas bonitas y traviesas, se piensa en un nuevo Aristóteles y en un nuevo Platón. Se piensa en que este nuevo filósofo ha renunciado al Jardín de Academos y ha optado por reemplazarle con el Malecón de Chorrillos. Y se piensa que este nuevo filósofo, convencido de lo ingratos, desleales y aviesos que son los varones, los ha sustituido con las niñas bonitas y traviesas.
         Y es que el señor Concha se ha persuadido de la necesidad de conciliar la estación, la moda, la poesía, la política, el flirt y el recreo. Y se ha persuadido también de dar a su esfuerzo de paladín administrativo y partidarista los más líricos atributos y la más lírica y solemne decoración.
         El señor Concha es el cotidiano gacetero de las niñas del Malecón de Chorrillos. Les lleva siempre la última noticia teatral, la última noticia mundana, la última noticia política. Y las niñas del malecón le esperan siempre anhelosas. Y le interrogan llenas de curiosidad:
         —¿Qué hay de nuevo, Concha?
         Hoy, como todas las gentes, las niñas del malecón deben saber si habrá o no congreso extraordinario. Y le han preguntado al señor Concha:
         —¿Habrá congreso extraordinario, Concha?
         Y el señor Concha ha respondido:
         —Habrá congreso extraordinario. El gobierno del señor Pardo es un gobierno respetuoso de la ley y de la opinión. Habrá congreso extraordinario para los presupuestos. Habrá congreso extraordinario para el asunto de la Brea y Pariñas. Habrá congreso extraordinario para el impuesto de petróleo. Habrá congreso extraordinario para el asunto del muelle de Pimentel, en el cual un gobierno tan austero no puede tener interés sospechoso alguno.
         Las niñas han escuchado interesadas las disertaciones del Sr. Concha. El Sr. Concha las ha convencido de la importancia de las cosas políticas. Las ha convencido de esta importancia al amparo del encanto poético del malecón, de las noches de retreta y de las noches de luna. Ha conciliado, con suprema habilidad y elástico eclecticismo, la poesía y la política. Y ha asegurado para el señor Pardo en el Malecón de Chorrillos, el más sincero, apasionado, elegante, devoto y fervoroso de los proselitismos…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 31 de octubre de 1916. ↩︎