4.19. Milagro patente

  • José Carlos Mariátegui

 

         1No se dirá que nosotros no somos profetas. No se dirá que nosotros somos apasionados, intransigentes e imprevisores. En la mañana de ayer dijimos que el coronel Puente se vestiría de general dentro de pocas horas. Y ha sido así. El coronel Puente es ya general del ejército peruano para tranquilidad de la patria y regocijo del espíritu público.
         Es verdad que se ha dicho que el coronel Puente posee los merecimientos que se le atribuyen, es verdad que se le ha comparado con el ilustre señor Pacheco del exquisito Eça de Queiroz; es verdad que se ha recordado que no sabe francés, pero que esto no obsta para que haya hecho traducciones de ese idioma; es verdad que sus amigos no han contradicho tales aseveraciones. Pero tan imperativo ha sido el anhelo de que este ascenso triunfase, que la decisión de la Cámara de Diputados ha tenido que ser cortés, asequible y bondadosa.
         Ningún ascenso ha despertado los debates que este. Se ha discutido tanto que hubiera valido la pena que el favorecido hubiese tenido la coquetería de declinar su aceptación. Y, finalmente, ha sido aprobado en día del Señor de los Milagros, misericordioso hacedor de todos los prodigios y de todas las misericordias en esta tierra de criollos apacibles, sonrientes y místicos, y en día en que se ponía en escena en el teatro El Soldado de Chocolate. Se podría decir que el ascenso del coronel Puente ha triunfado con el concurso del Señor de los Milagros, de la procesión, de los devotos con hábito morado, de los cirios exornados y de los turrones de doña Pepa.
         La sesión tuvo animados preámbulos. En la estación de orden del día se puso en debate un bien intencionado proyecto del señor Sotil. Lo combatió el señor Balbuena porque el proyecto del señor Sotil establecía incompatibilidad en las relaciones de los doctores Blondet, hermanos, juez de 1a instancia el uno y abogado el otro del Cerro de Pasco. El señor Balbuena dijo:
         —Blondet abogado es liberal y Blondet juez de primera instancia es liberal también. ¡Luego sus relaciones son insospechables y austeras! ¡Luego este proyecto es innecesario y superfluo! ¡Y yo le digo al señor Sotil que yo admiro tanto a Blondet abogado como a Blondet juez de 1a Instancia!
         Y el señor Sotil, con el corazón en los labios y con una mano sobre la carpeta, hizo la defensa, vibrante, emocionada, vehemente y sincera de su proyecto. Y dijo sencillamente, apasionadamente, cálidamente:
         —¡Yo solo pido justicia para mi pueblo!
         Lo secundó el señor Jiménez, que ama mucho las causas justas y que tiene siempre un noble concepto sentimental de las cosas, pero que ama mucho asimismo el grito, la exaltación y el plañido. Habló el señor Jiménez con hábil lógica, pero habló a gritos como habla generalmente su señoría. Y muchas gentes que ingresaban en esos momentos a la galería creyeron que la Cámara se había salido de quicio.
         Y el señor Ulloa, ático, majestuoso, ilustre como en todos los momentos de su vida, exclamó luego:
         —¡Esta es señores diputados la elocuencia de los pulmones, pero no la elocuencia del raciocinio!
         Más tarde el señor Ruiz Bravo continuó el análisis del ascenso del coronel Puente, de la capacidad del coronel Puente, del a actuación el coronel Puente y de los méritos del coronel Puente. Y como se declarara terminado el debate sin que sus afirmaciones fuesen controvertidas, el señor Ruiz Bravo exclamó:
         —¡Que conste, señores diputados, que lo que yo he dicho no ha sido desautorizado!
         Y luego se ascendía al coronel Puente. El señor Grau recibía las felicitaciones. Y el señor Sánchez Díaz apostólico y fervoroso, decía con voz unciosa y con el alma puesta en la procesión del día:
         —¡Milagro patente!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 19 de octubre de 1916. ↩︎