7.1. Exposición

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Este no es un periódico más que viene a servir intereses determinados. No nos lo consentiría nuestro orgullo de escritores nuevos no contaminados con ninguna vergüenza ni con ninguna responsabilidad. Este es un periódico totalmente nuestro. No lo sacamos por cuenta de ninguna facción política.
         Nos parece indispensable decirlo para que no se nos achaque ni se nos busque vinculación o afinidad con alguno de los ramplones y estólidos partidos que, alternándose en el poder, se alternan también en el desprecio popular.
         Sale Nuestra Época en una hora de órganos electorales y de abigarrados pasquines, grotescos y mercenarios todos, para encender una luz limpia y firme en medio de tanta tenebrosidad y de tanta sordidez. Nos proponemos quemar, acaso inútilmente, el organismo político del país, tan corrompido, ya que tan solo la acción material del fuego puede purificarlo.
         No vamos a hacer un periódico de procacidad y grosería. Nuestras plumas que tan buena y cariñosa hospitalidad reciben en los hogares de la prensa metropolitana, no son capaces de encanallarse ni de renunciar a los atributos de su dignidad y de su decencia.
         Sacamos este periódico y le ponemos de nombre Nuestra Época porque creemos que comienza con nosotros una época de renovación que exige que las energías de la juventud se pongan al servicio del interés público. Y, en plena juventud, comprendemos nuestro deber de concurrir a esta reacción nacional con toda nuestra honradez y con toda nuestra sinceridad ardorosas y robustas.
         Aportamos a esta obra el conocimiento de la realidad nacional que hemos adquirido durante nuestra labor en la prensa. Situados en el diarismo, casi desde la niñez, han sido los periódicos para nosotros magníficos puntos de apreciación del siniestro panorama peruano. Nuestros hombres figurativos suelen inspirarnos, por haberlos mirado de cerca, un poco de desdén y otro poco de asco. Y esta repulsa continua nos ha hecho sentir la necesidad de buscarnos un camino propio para afirmarla y para salvarnos de toda apariencia de solidaridad con el pecado, el delito y la ineptitud contemporáneos.
         No crea el lector que Nuestra Época aparece para perfilar dogmas. Es un periódico doctrinario. Pero no es un periódico que aspira a actuar presuntuosamente como maestro ni como catedrático. Se equivocará muchas veces seguramente. Solo que, cuando se equivoque, por lo menos no le habrá pagado nadie su error.
         El programa político de Nuestra Época es bien sencillo. Dos palabras podrían definirlo: decir la verdad. Esto nos parece que sobra para exhibirnos emancipados de la tutela de los intereses creados y de las gentes incapaces que, amparados por esos apellidos sociales y esas reputaciones falsas que decoran este teatro criollo y estúpido de la política nacional, medrarán a su gusto hasta que la patria deje de ser una especie de casa de tolerancia con beneficios prácticos para unos cuantos a costa de la prostitución de los demás.
         Nuestra Época es también un periódico literario. Representará no solo la capacidad estudiosa y el esfuerzo reformador de la juventud intelectual a que pertenecemos. Representará asimismo la aptitud artística. Y la representará con la misma pureza. Aparecerán en estas páginas prosas y versos selectos de los jóvenes consagrados ya por el aplauso público.
         Queda así apuntada rápidamente, lo más rápidamente posible, la significación de Nuestra Época. Únicamente nos resta una advertencia final y tranquilizadora. La de que, aunque somos literatos, no haremos literatura en la política, ni haremos política en la literatura.

Referencias


  1. Publicado en Nuestra Época, Nº 1, Lima, 22 de junio de 1918. ↩︎