6.8. El concurso para el Monumento de Santa Rosa

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El interés que en el público ha despertado el propósito de erigir un monumento a Santa Rosa de Lima, está diciendo con elocuencia cómo en nuestros espíritus late muy arraigado y muy hondo un sentimiento de cariñoso recuerdo para esta dulce, buena y sugestiva flor de misticismo que aromara con su suave perfume de misterio una página de la vida colonial.
         Porque la historia de la santa es un divino poema de amor y de tristeza, porque su existencia penitente y austera dice de los anhelos e inquietudes de un alma diáfana y sensitiva, porque es tradición hermosa y evocadora, guardamos todos para ella una veneración, un culto que se diferencia en mucho de los que la iglesia impone a los creyentes por sus grandes figuras, figuras de piedad y virtud.
         Tales motivos, muy ciertos y muy simpáticos, explican el éxito que desde un principio ha rodeado la iniciativa de un entusiasta religioso dominico, el padre Solís, en cuyo espíritu, abierto a grandes ideales y apto para grandes esfuerzos, el culto por la santa limeña y el sentimiento del deber que significa la perpetuación en el mármol y en la piedra —vivía siempre sin estímulo alguno en los corazones— de la virgen de las Américas.
         Y dando el primer paso en la obra de erección del monumento a Santa Rosa, se ha realizado un concurso de proyectos, que los ha reunido en número respetable y significativo.
         No me haré el engaño sin disculpa de creer que esos proyectos en su valor artístico corresponden a la inmensa significación de la santa y de su símbolo para nosotros. Fuera tal obra perfecta, inaccesible a nuestras pobrezas. No creo siquiera que sea cualquiera de ellos el trabajo que interprete esa altísima significación. Se mira en la mayoría mediocridad o ningún mérito y, en casi todos, donde no se roza los linderos de la vulgaridad más absoluta, surge la extravagancia y la cursilería.
         Pero como no se trata sino de un concurso de proyectos y es este el criterio en que hay que situarse para apreciarlo, hay que declarar que por el número de concursantes y por las capacidades artísticas que revela, ha alcanzado pleno éxito. Al jurado corresponde una labor serena y de amplio y liberal criterio, para designar los premiados y debemos confiar en que la llenará.
         Los proyectos signados con el número 1 son de ejecución cuidada y minuciosa. Le falta al primero originalidad, pero le sobra discreción en el gusto con que ha sido concebido y este es un mérito. Podrá decirse de su autor que no ha puesto originalidad en su concepción, pero su modestia al construir su proyecto dentro de las normas que a su juicio le correspondían, es al mío un mérito. Ha preferido una imitación más o menos correcta y no una originalidad chabacana. En cambio, su segundo proyecto, el número 1-A., no habla del mismo buen sentido.
         El proyecto número 2, firmado por Patria, ha sido clasificado entre los principales y es de los trabajos correctos. No hay tampoco en él originalidad y sí alegoría confusa y discutible. Sin embargo, revela condiciones de trabajo serio y concienzudo, digno de aprecio y estudio.
         El proyecto Nº 3 A., cuyo autor usa el seudónimo de El Peruano, sobresale por su sencillez y simplicidad alegórica. Salvo algún detalle cursi, es de los que más mística y agradable impresión dan. A mi juicio, se ha de contar seguramente entre los que prefiera el examen del jurado. Si este proyecto está próximo a un acierto, dista mucho de serlo el otro presentado por el mismo concursante.
         Los proyectos números 4, 5 y 7, presentados al igual que los anteriores en “maquetas”, me parecen de escaso mérito.
         El número 6 —la misma factura que el número 2—, no es de más valor artístico. Hay acaso más atrevimiento en la concepción, pero hay también mucha menos sencillez siendo como es poca la que reúne el otro proyecto. Construido dentro de tendencia idéntica, se le parece también en la corrección de sus detalles y de su ejecución y esto habla en su favor.
         Llegamos al Nº 8, presentado en “maqueta” y dibujo, que tiene cierta originalidad sencilla que no acertamos a encontrar en muchos de los otros que con mayor pretensión se exhiben. Santa Rosa tiene un dulce ademán de bendición. Su concepto simbólico lo aparta de la vulgaridad y hace olvidar menudos detalles de técnica equivocada. Hay en el concursante que ha presentado este proyecto, y que se encubre en el seudónimo de Mara, selecto temperamento artístico y vocación que augura futuros aciertos. Su proyecto es una discreta primicia.
         Aparte de algún dibujo que sobresale entre los pocos por su trabajo apreciable, solo reclama ya mención el proyecto N.o 10, del cual ha presentado una fotografía de la maqueta su autor Bacaflor. Está muy lejos de la vulgaridad de otros proyectos y es antes bien bastante original como concepción. Esto lo avalora en sumo grado y dice que su autor es un artista hábil y de gusto cultivado.
         En conjunto da una impresión armónica y bella. Y si en la estatua de la santa, la nota mística no estuviese un tanto descuidada, sería un trabajo de recomendable perfección. Bacaflor es de los que mejor contingente ha aportado al concurso.
         Son estos breves conceptos volanderos, expresados sin énfasis dogmático —no encuadraría dentro del espíritu de esta crónica ni estaría bien en quien escribe de arte sin conocer academia, ni haber visitado grandes urbes—, los que me merecen los principales proyectos reunidos en el concurso de los dominicos.
         Mientras viene el fallo del jurado, que yo espero sabio y justo, vaya un aplauso, un aplauso franco y entusiasta, a la iniciativa del padre Solís.

JUAN CRONIQUEUR

Referencias


  1. Publicado en La Prensa, Lima, 4 de junio de 1915. ↩︎