6.1. Al margen del arte
- José Carlos Mariátegui
1Este año, como los anteriores, la producción artística nacional ha sido insignificante. Apenas si un compatriota que ha recogido en París orientaciones nuevas de arte puro y exquisito, nos ha obsequiado con algunos trabajos de valer, que, sumados a otros apreciables ensayos, componen la totalidad de lo que merece tomarse en cuenta.
La falta de estímulos, de un lado, la indiferencia con que en el medio se recibe todo esfuerzo que signifique arte, la misma apatía de los artistas y de los que pudieran llegar a serlo, de otro, son la causa determinante de esta pobreza que lamentamos.
Todo progreso artístico, todo desarrollo, perece apenas nacido, al influjo de las causas precitadas, a las que puede sumarse la emulación y la mutua malquerencia de los artistas todos.
Ahí donde se dibuja un esfuerzo, ahí donde se revela un mérito, nace al punto, poniendo de lado la crítica serena y sin pasión, el comentario insidioso, la insinuación de plagio, cuanto pueda constituir apocamiento y detracción.
No se repara que con tales procederes el arte no cobrará nunca la menor importancia, pues que su surgimiento no puede ser obra de uno solo, sino el fruto de la colaboración entusiasta de muchos. No se quiere aceptar esto en lo absoluto y priman los egoísmos sobre cualquiera sana indicación de nuevos rumbos.
En la Academia Concha se ha conseguido cultivar la inclinación artística en alguna forma, pero dentro del límite estrecho de rancias enseñanzas y de prejuicios inexplicables. En ella no se alcanza percepción alguna de arte y más bien parece encontrarse cierta impresión de labor mecánica y rutinaria. Los alumnos más aplicados y hábiles llegan apenas a ser unos copistas de las grotescas y vulgares figuritas de las “muestras”. Una nueva orientación que tienda a aprovechar mejor el generoso legado a que debe su existencia ese instituto, se hace cada día más urgente y sería de desear que viniera cuanto antes. Y no esto únicamente, pues aparte de la notoria inconveniencia de los métodos, hemos visto en muchas veces abrirse camino al favoritismo y a otras pequeñeces. No está lejano aún el hecho aquel de la postergación de una obra de Agurto, el inteligente compatriota que desde aquella fecha comenzó a revelar sus facultades, para conceder la recompensa a otro trabajo que no revelaba en lo absoluto el mismo delicado espíritu artístico. Y en el arte no deben tener cabida tales actos, porque pueden ser bastantes para segar un entusiasmo y detener una inclinación.
También en la Escuela de Artes y Oficios, la escultura y el dibujo entran entre los cursos de enseñanza, pero bien se sabe con fines industriales únicamente, porque así debe ser en un establecimiento de esta índole. Dentro de tal criterio, el profesor Valente llena su misión en forma amplia.
Cuanto, a la producción, como dejamos dicho, ha sido escasa.
Astete ha pintado algunos retratos, pero apenas uno que otro ha revelado el espíritu artístico que le reconocemos.
Castillo, que ha laborado bastante, ha compartido su tiempo entre las labores de enseñanza y la pintura de algunos pequeños cuadros, que, no obstante, la belleza de algunos, no constituyen labor seria y apreciable. Se advierte sí mayor gusto y esmero en sus trabajos.
La totalidad de producción corresponde casi a Arias de Solís, que cuenta en su haber artístico con cuadros brillantes de ejecución y concepción y que parece haber traído consigo auras de renovación y surgimiento. Aparte alienta el propósito loable de hacer arte nacional, trasladando al lienzo cuadros de nuestra vida criolla, escenas aborígenes y recuerdos incaicos. Todo esto, unido a su trabajo como maestro, no le ha bastado, por supuesto, para merecer protección oficial alguna. ¡Vale aquí tan poco el arte, es cosa tan superflua, máxime cuando es nacional!
En la caricatura se han distinguido varios jóvenes dibujantes, algunos de ellos de sobradas condiciones artísticas y que han conquistado ya en el género que cultivan triunfos alentadores. No nos referimos, está sobreentendido, a Málaga, cuya consagración como exquisito del lápiz ha quedado definitivamente confirmada en Buenos Aires. En los jóvenes se advierte verdadero espíritu burlesco, agudeza en la percepción y otras condiciones, pero su escaso conocimiento en un arte tan complejo como el dibujo, les presenta a cada paso escollos y está muy lejos de asegurarles, por cierto, éxitos robustos. Parécenos que se han consagrado a la caricatura, por ser entre nosotros para los dibujantes el medio que mayores y más prontas utilidades reporta. Y por esto solo los disculpamos. Creemos, sin embargo, que, dada su vocación y facultades, habrán de perseguir su perfeccionamiento con toda energía y constancia.
La necesidad de que el desarrollo de las bellas artes entre en el Perú en un camino de progreso efectivo, queda advertida en las líneas precedentes.
Para terminar, solo nos resta lamentar la indiferencia de los poderes públicos con todo lo que a ellas se refiere, y señalar la precisión de que tal indiferencia cese, siquiera en homenaje a nuestra cultura, ya que no será posible conseguirlo invocando sentimientos de protección y admiración a las exquisitas manifestaciones del arte.
La falta de estímulos, de un lado, la indiferencia con que en el medio se recibe todo esfuerzo que signifique arte, la misma apatía de los artistas y de los que pudieran llegar a serlo, de otro, son la causa determinante de esta pobreza que lamentamos.
Todo progreso artístico, todo desarrollo, perece apenas nacido, al influjo de las causas precitadas, a las que puede sumarse la emulación y la mutua malquerencia de los artistas todos.
Ahí donde se dibuja un esfuerzo, ahí donde se revela un mérito, nace al punto, poniendo de lado la crítica serena y sin pasión, el comentario insidioso, la insinuación de plagio, cuanto pueda constituir apocamiento y detracción.
No se repara que con tales procederes el arte no cobrará nunca la menor importancia, pues que su surgimiento no puede ser obra de uno solo, sino el fruto de la colaboración entusiasta de muchos. No se quiere aceptar esto en lo absoluto y priman los egoísmos sobre cualquiera sana indicación de nuevos rumbos.
En la Academia Concha se ha conseguido cultivar la inclinación artística en alguna forma, pero dentro del límite estrecho de rancias enseñanzas y de prejuicios inexplicables. En ella no se alcanza percepción alguna de arte y más bien parece encontrarse cierta impresión de labor mecánica y rutinaria. Los alumnos más aplicados y hábiles llegan apenas a ser unos copistas de las grotescas y vulgares figuritas de las “muestras”. Una nueva orientación que tienda a aprovechar mejor el generoso legado a que debe su existencia ese instituto, se hace cada día más urgente y sería de desear que viniera cuanto antes. Y no esto únicamente, pues aparte de la notoria inconveniencia de los métodos, hemos visto en muchas veces abrirse camino al favoritismo y a otras pequeñeces. No está lejano aún el hecho aquel de la postergación de una obra de Agurto, el inteligente compatriota que desde aquella fecha comenzó a revelar sus facultades, para conceder la recompensa a otro trabajo que no revelaba en lo absoluto el mismo delicado espíritu artístico. Y en el arte no deben tener cabida tales actos, porque pueden ser bastantes para segar un entusiasmo y detener una inclinación.
También en la Escuela de Artes y Oficios, la escultura y el dibujo entran entre los cursos de enseñanza, pero bien se sabe con fines industriales únicamente, porque así debe ser en un establecimiento de esta índole. Dentro de tal criterio, el profesor Valente llena su misión en forma amplia.
Cuanto, a la producción, como dejamos dicho, ha sido escasa.
Astete ha pintado algunos retratos, pero apenas uno que otro ha revelado el espíritu artístico que le reconocemos.
Castillo, que ha laborado bastante, ha compartido su tiempo entre las labores de enseñanza y la pintura de algunos pequeños cuadros, que, no obstante, la belleza de algunos, no constituyen labor seria y apreciable. Se advierte sí mayor gusto y esmero en sus trabajos.
La totalidad de producción corresponde casi a Arias de Solís, que cuenta en su haber artístico con cuadros brillantes de ejecución y concepción y que parece haber traído consigo auras de renovación y surgimiento. Aparte alienta el propósito loable de hacer arte nacional, trasladando al lienzo cuadros de nuestra vida criolla, escenas aborígenes y recuerdos incaicos. Todo esto, unido a su trabajo como maestro, no le ha bastado, por supuesto, para merecer protección oficial alguna. ¡Vale aquí tan poco el arte, es cosa tan superflua, máxime cuando es nacional!
En la caricatura se han distinguido varios jóvenes dibujantes, algunos de ellos de sobradas condiciones artísticas y que han conquistado ya en el género que cultivan triunfos alentadores. No nos referimos, está sobreentendido, a Málaga, cuya consagración como exquisito del lápiz ha quedado definitivamente confirmada en Buenos Aires. En los jóvenes se advierte verdadero espíritu burlesco, agudeza en la percepción y otras condiciones, pero su escaso conocimiento en un arte tan complejo como el dibujo, les presenta a cada paso escollos y está muy lejos de asegurarles, por cierto, éxitos robustos. Parécenos que se han consagrado a la caricatura, por ser entre nosotros para los dibujantes el medio que mayores y más prontas utilidades reporta. Y por esto solo los disculpamos. Creemos, sin embargo, que, dada su vocación y facultades, habrán de perseguir su perfeccionamiento con toda energía y constancia.
La necesidad de que el desarrollo de las bellas artes entre en el Perú en un camino de progreso efectivo, queda advertida en las líneas precedentes.
Para terminar, solo nos resta lamentar la indiferencia de los poderes públicos con todo lo que a ellas se refiere, y señalar la precisión de que tal indiferencia cese, siquiera en homenaje a nuestra cultura, ya que no será posible conseguirlo invocando sentimientos de protección y admiración a las exquisitas manifestaciones del arte.
Referencias
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Publicado en La Prensa, Lima, 1 de enero de 1914. ↩︎
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