1.9. Paquita Escribano, la reina de la tonadilla

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Dentro de muy pocos días tendremos en Lima a la notable y hermosísima tonadillera Paquita Escribano, que hará una temporada en el Teatro Municipal.
         De un reportaje hecho recientemente en Valparaíso a esa distinguida artista, en El Mercurio, reproducimos los siguientes interesantes párrafos:
         —¿Dónde se presentó usted por primera vez?
         —En San Sebastián, el balneario aristocrático, en su mejor teatro.
         —¿Y…?
         —Aunque no debo decirlo, tuve un éxito no soñado. Al presentarme en las tablas, así, de improviso, ante un público de lo más selecto, no niego que sentí un poquitillo de emoción. Pero luego me repuse, y gusté.
         Recordando esto, Paquita —¡es lógico!— se ha puesto un poquito sentimental.
         —Habría pagado —rememora— por presentarme en aquel teatro, e inopinadamente se me ofreció la oportunidad de una contrata… ¡Figúrese usted mi contento! Desde entonces, ando por las tablas, de un lado a otro, con más o menos suerte…
         —No tan más o menos como a usted le parece.
         —Sí. Es verdad. No puedo quejarme.
         —¿Y siempre actuando de tonadillera?
         —Siempre. Es un género que quiero por muchas cosas, pero sobre todo porque yo lo creé.
         Sí. Por aquel tiempo, el vaudeville y el couplet sicalíptico estaban degenerando el género ligero español. No había un teatro de España en donde no triunfara ese espectáculo a tal punto que amenazaba absorberlo todo. Entonces pensé que se imponía una reacción, y resucité la clásica tonadilla española, espiritual, elegante y graciosa, y muy sana, como el alma de mi raza. Muy luego el nuevo espectáculo se impuso y así surgieron tantas “tonadilleras” como andan por allí…
         —Es el secreto de su triunfo —le decimos entonces. Su gracia está en su originalidad; en los mil matices de su arte que sus imitadoras no saben advertir… Algo que es gracia en su juventud, primor en su sonrisa, elegancia en su gesto, imán en su alegre decir… Es el caso, digamos, de Tórtola Valencia y sus imitadoras…
         Más adelante, sostuvo con el cronista este interesante diálogo íntimo:
         —Quiero que usted me cuente alguna historia, alguna aventura, alguna anécdota. Su vida debe tenerlas y bien interesantes…
         —¿Y esto?…
         —Para el público, Paquita. El público es exigente y, ya lo sabe usted, cuando se encariña con una artista, quiere saberlo todo, su vida…
         —Pues hombre (Este hombre adquiere, en su fino acento español, una gracia peculiar). Pues hombre, mi vida no tiene nada de particular. Ni una triste aventura, ni una anécdota de interés…
         —Sin embargo, hemos sabido…
         —¿Qué? —inquiere rápida.
         —De unos amores desgraciados —continúo sonriente— que han tenido un triste…
         Me quedo sobrecogido. Paquita ha lanzado una sonora carcajada. Y ríe, ríe la pícara un breve rato.
         —¿Y de dónde sacó usted eso?
         —¡Se cuenta Paquita!… ¡Se cuenta por ahí!
         —Ya sé. Hace tiempo, una revista del Uruguay, me inventó una historia de amor, sentimental y triste, que era la risa. Se decía que un rajah había muerto de amor por mí… Pero nada de eso es cierto, se lo aseguro a usted.
         —No me lo asegure, se lo creo. Pero la historia que yo sé es otra bien distinta…
         —Me pone usted en cuidado…
         —Otra bien distinta. Y tiene relación con el matrimonio de Gaona, el célebre torero…
         —¿Gaona? Sí, lo conozco. ¿Y qué hay con él?
         —Pues a raíz del matrimonio de Gaona con una actriz de la compañía Guerrero se dijo que antes había tenido amores con usted y que había roto el compromiso, yo no sé por qué…
         —Es divertido eso… ¿Y de dónde salió?
         —Usted debe saberlo, Paquita.
         —Pues yo se lo aseguro que no sé nada. Gaona, le diré, es amigo de mi padre. Nada más. Entre nosotros nunca ha habido nada. En absoluto.
         Paquita quiere ser persuasiva. Sus ojos tratan de subrayar cada una de sus frases. Pero un rizo que le cae sobre la frente, enigmático como un interrogante, le hace traición…
Colón
         El cartel de ayer anunciaba “El Rayo”, en la vermouth, que tuvo una entrada magnifica. En la noche fue, por primera vez, “En familia”, de Cata e Insúa, que tuvo un éxito verdadero, interpretado por la señorita Delgado, la señora Martín Gómez, la señora Caro, que hace de la tía Eusebia un rol verdaderamente notable.
         Berrio, Ángel y Salvador Sala, Santiago y Olavarrieta, correctísimos
         El programa de hoy anuncia en vermouth “El amor que pasa”, una de las mejores interpretaciones de esta Compañía, en la que la señora Caro Campos —graciosa Medina—, Berrio y Campos, están muy bien.
         En la noche, no habrá función, porque la Compañía pone en el Callao “La Enemiga”.

Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 1 de marzo de 1918. ↩︎