1.7. Por esas calles: El Alpinchismo

  • José Carlos Mariátegui

El Alpinchismo1   

         ¡Lima se moderniza!
         Eso es evidente, indudable. No hay más que compararla con la ciudad de ahora 10 años triste, con rezagos de una vejez que parecía imposible de desterrar, por lo arraigada.
         Hoy todo ha variado. Las casas antiguas de amplios patios, llenos de macetas de encendidas flores, se han trocado en modernos y suntuosos palacios con numerosas ventanas provistas de elegantes cristalerías, de adornos arquitectónicos de belleza extraordinaria; automóviles de todas dimensiones y de formas exóticas cruzan sus calles, lanzando su ronquido alarmante, coches, bicicletas, tranvías. Es para aturdirse o para que se aturdan las viejas que no tienen inconveniente en declarar que cualquier tiempo pasado, sin automóviles atropelladores y sin tranvías victimarios, fue mejor… Pero el tiempo transcurre, y la vida cambia. La tranquilidad, la placidez beatífica de la antigua Lima se ha tornado en una efervescencia atolondradora, en un movimiento continuo, en una nerviosidad loca…
         Antes la cosa más audaz se hacía en silencio. Hoy se anuncia, se hace ruido alrededor de cualquier suceso baladí. Los mismos cronistas alborotamos el cotarro. ¿Qué un ministro se ha constipado? Anotamos el número de estornudos que da al día… ¿Que se ha cometido un robo?… Los diarios se apresuran a buscar los retratos de los rateros y en la primera plana se ostentan gallardamente. Y eso de ocupar la primera plana, dicho sea de verdad, no es cosa tan fácil como a primera vista parece. Se necesita haber realizado algo que haya conmovido a los habitantes: un asesinato, un robo, un incendio, algo importante, en fin…
         Generalmente, conmueve más un apache que un diputado con un discurso plagado de frases brillantes. Y acaso al público grueso le interesa más, mucho más, lo primero que lo segundo. Ved si no, cómo sigue y lee de un tirón las hazañas de los apaches. Ayer no más, Lima entera hablaba del apachismo y sus proyecciones. Tema de “palpitante actualidad” para cualquier conferencista barato, sediento de gloria “huachaferil”.
         ¡Los apaches!
         Son los hombres del día y serán los hombres de mañana. Ellos tienen la virtud de apoderarse de lo ajeno. “Los medios no importan cuando los purifica un fin”. Estas palabras están clavadas en su escudo y las repiten sin ruborizarse. Tomar lo ajeno sin consentimiento es algo muy nuevo y muy cómodo.
         La vecindad está viviendo en perpetua inquietud. Ve apaches hasta en la sopa.
         Ayer, en una casa de cierta calle apartada, penetró despacio un ciego a solicitar una limosna. El ciego se introdujo por el callejón de la casa silenciosamente. En el traspatio, cansado de llamar, tuvo que sentarse a descansar en una gran silla recién pintada. Era muy de mañana. En la casa todos dormían. Solo la cocinera estaba preparando el desayuno. Y le dijo que esperara hasta que sus amos se levantaran de la cama. Mientras tanto, lo dejó allí, sentado. Luego le obsequió un pan con chicharrón y una taza de café. Al lado de la silla, por extraña coincidencia, había una maleta fina y flamante.
         De pronto la cocinera salió a hacer algunas compras. Y el ciego quedose solo. Pasó un buen rato…
         Se levantó, por fin, con los ojos soñolientos una de las niñas, y al atravesar el patio se dio de manos a boca con aquel personaje misterioso, y gritó desaforadamente.
         —¡Un apache! ¡Un apache!
         No se podría pintar el desbarajuste que hubo. Las mujeres, en camisa. se ocultaban bajo las camas. Los hombres se habían marchado ya a sus quehaceres. Y el ciego, alarmado con el vocerío, corrió con la taza en una mano y la maleta en la otra, y con el sillón recién pintado, pegado a sus posaderas. . .
         —¡Ay! ¡Se va el apache! ¡Se va! gritaba más fuertemente la niña. Y la voz de una vieja, áspera como la de un sargento, dijo:
         —¡Atájalo! ¿Qué se lleva?
         —Un “servicio de té”, la maleta y un sillón recién pintado.
         —¿Dónde se lo lleva?
         —En el…en las posaderas se la ha pegado…
         Vino la policía. Se capturó al presunto apache. Se esclarecieron las cosas. Y el celador, respirando, dijo:
         —Aquí no ha pasado nada.
         Solo el pantalón del pobre ciego había sufrido…Parecía un mapa mundi…


Referencias


  1. Publicado en La Prensa, Lima, 7 de agosto de 1912. ↩︎