3.1.2. Acto Único. El Prólogo
- José Carlos Mariátegui
Este es un cuento antiguo de amor y bizarría,
un cuento en que palpita el alma colonial.
Hay en él una amable, gentil galantería,
aromas de romance, ritmos de madrigal.
Revive en el tinglado una edad historiada
en que las aventuras de algún conquistador
y las coqueterías de una dama embozada
rimaron el encanto de un poema de amor.
Edad de trovadores, de hidalgos caballeros,
centinelas celosos del lustre de un blasón,
donosos capitanes, bravos aventureros
y espías que servían a la Santa Inquisición.
Virreyes amadores que altivos ostentaban
sus armas sobre fondo de gules y de azur,
cristianos que al oráculo de un naipe interrogaban
ansiosos de un secreto y enigmático augur.
Criollas recatadas bajo de saya y manto,
barraganas de un fraile austero e inquisidor,
en cuyos ojos negros se leía el quebranto
de fogosas pasiones y vigilias de amor.
Aventuras galantes, fantásticos torneos,
fiestas de galanía, plenas de vida y sol.
Calesas que encubrían gentiles discreteos.
Arrogancia limeña y donaire español.
Tal la edad historiada, llena de poesía,
que inspiró esta leyenda dulce y sentimental.
Es una delicada flor de galantería
que os hablará un instante del alma colonial.