2.15. El príncipe Istar

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El príncipe Istar, magnate de la India, era brahmán, soltero y diabético; vivía en Londres City; amaba el whisky y el champán; cultivaba el ocultismo, jugaba en las carreras y en el bacarat; y estaba muy contento de ser vasallo del Rey de Inglaterra.
         La aristocracia inglesa estimaba al príncipe Istar por su exotismo, por su gentileza y por sus trapacerías de quiromante y espiritista. Le estimaba también por ser dueño de un stud y de una yegua notable llamada Ogal y perteneciente a la familia número 3, conforme a la teoría de Bruce Lowe.
         El príncipe amaba entrañablemente a su yegua Ogal. Ogal era una yegua alazana famosa que había ganado las más sobresalientes carreras de Epsom. Había sido fotografiada y elogiada por todas las revistas inglesas y tenía tanta popularidad como el primer Lord del reino.
         Ogal daba celebridad al príncipe Istar. Todo el gran mundo británico proclamaba al príncipe Istar como el más afortunado sportmen. Su yegua Ogal había ganado en una carrera al caballo Dick, representante del Rey de Inglaterra. Y el príncipe Istar vivía orgulloso de ser dueño de Ogal. Este título le engreía más que su calidad de príncipe de la India y de vasallo insigne del Rey de Inglaterra.
         El príncipe Istar creía en el origen divino de Ogal. Y negaba la autenticidad del pedigrí registrado en el Jockey Club que hacía a Ogal, hija de Tulé y Proserpina y nieta de Great Roos. El príncipe Istar estaba convencido de que el Jockey Club era totalmente embustero y se empeñaba en mistificar el linaje excelso de su yegua alazana.


 

         Excéntrico, alucinado, borracho, glotón y ególatra era el príncipe Istar. Usaba tóxicos. Y se había enamorado, en un baile real, de una hija del Rey de Dinamarca. Persuadido absurdamente de este amor había querido suicidarse un día sábado. Pero le había hecho desistir de su propósito el recuerdo de Ogal que corría al siguiente día en el hipódromo de Epsom.
         Después de ese amor intempestivo y fugaz el príncipe Istar no había tenido ningún otro. Y nada hacía verosímil el fracaso de su celibato de brahmán notable y millonario.
         Mas un día en que Ogal tuvo el más culminante de sus triunfos, el príncipe Istar se fijó en la bailarina Gaby Storn que aplaudía entusiasmada en la terraza a la gran yegua vencedora.
         Gaby Storn era muy bella. Al príncipe Istar le parecía más bella aún por haberla visto aplaudir a Ogal en el momento en que su victoria arrebataba a las gentes más elegantes, mesuradas y discretas del hipódromo de Epsom.
         Aquella tarde Mr. Douglas hizo oferta de cien mil libras al príncipe Istar por su yegua famosa.
         Y el príncipe Istar fundó así su negativa:
         —Mis investigaciones me han permitido comprobar perfectamente el origen divino de Ogal.
         Mr. Douglas pensó que el príncipe Istar era un indio necio, chiflado y borracho.


 

         Desde ese día el príncipe Istar amó igual y equitativamente a Gaby Storn y a su yegua alazana Ogal. Y tuvo el amor de Gaby tan honda resonancia en su espíritu que se apoderó de él la certidumbre de que Gaby tenía también origen divino.
         Gaby se hizo amante del príncipe Istar. Y de este modo, se puso en camino de adquirir tanta celebridad como el muy ilustre vasallo del Rey de Inglaterra y como la yegua Ogal.
         El príncipe Istar estaba completamente enamorado de Gaby Storn. Y Gaby Storn dilapidaba la resentida fortuna del príncipe Istar.
         Y, para el príncipe Istar, Gaby Storn dejó de llamarse Gaby Storn. Comenzó a llamarse también Ogal. El príncipe decidió que era preciso que los dos seres que él amaba se llamasen de la misma manera.


 

         El príncipe Istar y Gaby Storn eran jugadores impenitentes. El príncipe se nirvanizaba acodado en la mesa de bacarat. La fortuna le era habitualmente propicia. Pero como la fortuna es veleta se tornó un día en su enemiga. Y desde ese día el príncipe Istar comenzó a perder en el bacarat tanto como en su amante Gaby que tenía palacio, coche, automóvil y otros regalos que afectaban seriamente la fortuna de su amigo.


 

         Un día todos los aristócratas de Londres supieron que el príncipe Istar se arruinaba definitivamente. Era absolutamente cierto. Y Mr. Douglas se apresuró a constatarlo para proponer al príncipe la adquisición de Ogal en cien mil libras.
         El príncipe Istar rechazó la oferta pertinaz de Mr. Douglas.


 

         El sábado 6 de mayo, el príncipe Istar, totalmente borracho, y su amiga Gaby Storn jugaban obstinadamente. Y con la misma obstinación con que jugaban la suerte les combatía.
         El príncipe Istar, dominado por el alcohol y por la locura del bacarat, miraba de rato en rato los ojos azules de Gaby Storn y le decía:
         —Estoy absolutamente convencido de que tienes origen divino. Mañana voy a comprobarlo.
         Repentinamente, el príncipe Istar se dio cuenta de que había perdido doscientas mil libras y de que estaba totalmente arruinado. No le quedaba sino su yegua, su querida y sus muebles. Un príncipe de la India no podía vivir con una yegua, una querida y unos muebles. Tenía, pues, que reconstruir su fortuna inmediatamente.
         Y el príncipe Istar hizo esta propuesta indicando a Gaby Storn:
         —Necesito cien mil libras a cambio de mi amada Ogal, cuyo origen divino debo comprobar mañana.
         Mr. Douglas presente extendió silenciosamente un cheque por cien mil libras en su talonario del Banco de Inglaterra y se lo entregó al príncipe Istar.
         El príncipe Istar recibió el cheque y le dijo a Mr. Douglas:
         —Es usted dueño de Ogal. No se olvide usted de que tiene origen divino y de que yo debo constatarlo. Y siguió jugando.


 

         En el hipódromo de Epsom y en la tarde del domingo 7 de mayo, el príncipe Istar y Mr. Douglas se encontraron. Y le dijo Mr. Douglas al príncipe Istar:
         —Usted me ha vendido anoche a Ogal. Ogal es mía. Y el príncipe Istar le dijo a Mr. Douglas:
         —Efectivamente. Pero no olvide usted que Ogal tiene origen divino.
Y Mr. Douglas habló:
         —Para mí es sólo una excelente yegua de carrera. Su pedigrí es notable.
         El príncipe Istar exclamó:
         —Yo no le he vendido a usted mi yegua. Le he vendido mi querida. Las dos tienen origen divino.
         Pero Mr. Douglas arguyó definitivamente:
        —Yo he comprado a Ogal. Ogal es su yegua alazana. ¿Cómo puede usted creer que yo sea capaz de pagar cien mil libras por una bailarina? Sería absurdo. Yo he pagado cien mil libras por la yegua.
         Y el príncipe Istar, terriblemente consternado, se tuvo que dar cuenta de que había vendido a su yegua.


 

         En la biblioteca de su palacio amaneció muerto el lunes 8 de mayo el príncipe Istar. Se había envenenado. Y se encontró en su escritorio un papel suyo que decía así:
         “Después de comprobar que mi yegua Ogal, ganadora de trescientas mil libras en el hipódromo de Epsom, tenía efectivamente origen divino, conforme a todos mis libros y pergaminos brahmanes y conforme a todas mis deducciones filosóficas, he resuelto suicidarme. He cometido el crimen de vender a Ogal en cien mil libras. Soy una especie de Judas. No me cuelgo de un árbol porque a los brahmanes les está prohibido colgarse de árbol alguno. Prefiero envenenarme. Un brahmán puede envenenarse sin ofender sus creencias”.

JUAN CRONIQUEUR


Referencias


  1. En El Turf, Nº 63, pp. 3-5, Lima, 18 de noviembre de 1916. Y en el El Tiempo, Lima, 2 de marzo de 1917. ↩︎