1.7. Elogio a Cervantes – Elogio de la celda ascética – La voz evocadora de la capilla – Minuto de la confidencia – Minuto del Encuentro – Afirmación

  • José Carlos Mariátegui

ELOGIO DE CERVANTES1

                     En el III Centenario de don
                     Miguel de Cervantes.

Una lengua, una historia, una casta bravía
concibieron los siglos en un sueño ancestral
y la raza española fue como una ironía
de los siglos obsesos por un raro ideal.

Gesta de aventureros, hijodalga porfía
por alguna quimera, cruzada medioeval
y más tarde los libros de la Caballería
forjando la locura del hidalgo inmortal.

Cervantes tuvo, para su tristeza imprecisa,
el antifaz de seda de una amarga sonrisa
y la heroica epopeya de La Mancha escribió,

pues fue porque este símbolo magnífico existiera
y un libro de Cervantes al mundo le dijera
que el sueño de los siglos una raza creó...

ELOGIO DE LA CELDA ASCÉTICA2

Piadosa celda, guardas aromas de breviario,
tienes la misteriosa pureza de la cal,
y habita en ti el recuerdo de un Gran Solitario
que se purificara del pecado mortal.

Sobre la mesa rústica duerme un devocionario
y dice evocaciones la estampa de un misal:
San Antonio de Padua, exangüe y visionario
tiene el místico ensueño del Cordero Pascual.

Cristo Crucificado llora ingratos desvíos.
Mira la calavera con sus ojos vacíos
que fingen en las noches una inquietante luz.

Y, en el rumor del campo y de las oraciones,
habla a la melancólica paz de los corazones
la soledad sonora de San Juan de la Cruz...

             En el Convento de los Descalzos, febrero de MCMXVI.

Línea 3. Grande Solitario (en Lulú).

LA VOZ EVOCADORA DE LA CAPILLA3

Este grave rumor de la capilla
trae místico efluvio de plegaria,
psalmo devoto y multitud sencilla
a la paz de mi celda solitaria.

Cada eco me habla evocadoramente
de cuando, de rodillas en el lecho,
mi madre me signaba dulcemente
en la frente, en la boca y en el pecho.

Y este recogimiento cenobita,
que es un remanso de quietud contrita
donde está mi alma como en un santuario,

parece el del instante religioso
en que exhumamos con fervor piadoso
los recuerdos de amor de un relicario...

MINUTO DE LA CONFIDENCIA4

Sobre el encaje de la sobremesa
te acodaste, y tu mano sostenía
la perezosa flor de tu cabeza
con un deliquio de coquetería.

Inclinabas tu busto con traviesa
ingenuidad hacia la frase mía
y se diría que en tu boca de fresa
una vaga promesa florecía.

Mi confidencia requirió la tuya
y me arrullaste con el aleluya
de tu frase trivial en la indecisa

inquietud de la estancia. ¡Prisionera
se quedó desde entonces mi quimera
en la elipse de luz de tu sonrisa!

MINUTO DEL ENCUENTRO5

Un minuto fugaz. Una mirada.
Una frase cambiada a la sordina.
Otra frase vulgar. Y una ignorada
turbación para mi alma peregrina.

Cuando tuve en mi mano la enguantada
manita tuya, virginal y fina,
hallé una complacencia enamorada
en la paz de la hora tardecina.

En un arrobamiento, mi alma inquieta
cautiva se sintió de tu silueta
cuando rítmicamente te alejaste.

Y, avaro de tu huella fugitiva,
gocé la extraña posesión furtiva
del jirón de perfume que dejaste.

AFIRMACIÓN6

            Teoría: el proceso del día
            es un proceso de oxidación.  

Fugaron los colores de la aurora y
fue el sol una diáfana moneda,
incandescente, blanca y protectora,
decorativa de un plafond de seda.

(El concilio de nubes de la hora
fingió una simbólica humareda,
como una pincelada evocadora del
mágico crisol de la moneda).

Después, en el fulgor de su apogeo, en
cada cumbre cinceló un trofeo
y cada fronda simuló una égida.

Y en el ocaso en que doraba un cromo su
luz senil desfallecía como
una rara moneda que se oxida…


Referencias


  1. Publicado en La Prensa, Lima, 23 de abril de 1916. (“Interpretación IV”). ↩︎

  2. Publicado en Alma Latina, Nº 19, p. 12, Lima, 16 de mayo de 1916. En Vesperal, Nº 1, p. 16, Lima, 31 de mayo de 1916. En El Tiempo, Lima, 28 de agosto de 1916.
    En Páginas Literarias, seleccionadas por Edmundo Cornejo Ubillús (Lima, 1955), p. 68. Y en Poética e Ideología en José Carlos Mariátegui, por Eugenio Chang-Rodríguez (Madrid, 1983), p. 89.
    Sensible erratas se han deslizado en la transcripción de E. Chang-Rodríguez (cf. versos 1, 4 y 11). ↩︎

  3. Publicado en Alma Latina, Nº 19, p. 12, Lima, 16 de mayo de 1916.
    Al pie de la página, y después del Elogio de la celda ascética, se anota: “Estos y otros versos los escribió Juan Croniqueur en el Convento de los Descalzos, donde hizo vida mística durante tres días. ↩︎

  4. Publicado en Lulú, Año 2, Nº 49, p.18, Lima, 7 de julio de 1916. ↩︎

  5. Publicado en Lulú, Año 2, Nº 49, p.18, Lima, 7 de julio de 1916. ↩︎

  6. Publicado en El Tiempo, Lima, 28 de julio de 1916. Escrito en el convento de los Descalzos, febrero de 1916. ↩︎