1.22. Con el reloj de Tiempo – La alameda de los descalzos

  • José Carlos Mariátegui

CON EL RELOJ DE TIEMPO1  

Suena el despertador en la mesita
—la mesita de noche—
La llamada me irrita.
Me levanto, me visto y tomo un coche.

El hipódromo. Frío. Somnolencia.
Zapata López, Buse y Orellana.
Propietarios. Sportsmen. Diligencia.
Es brumosa y absurda la mañana.

Un programa en la mano. Un lápiz tinta.
La primera carrera. La segunda.
La tercera. La quinta.
Inquietud tremebunda.
Un tiempo. Y otro tiempo. Los ensayos
son o no interesantes.
Hay corrillos parlantes,
de una locuacidad de papagayos.

—Frou Frou corre ligera.
—No ganará Frou Frou
de ninguna manera.
—¿Qué sabes tú?

Enigma, Cubanita y Alma en Pena
aprontan felizmente.
—¿Se acuerda usted, Conroy, de Macarena?
¿También del batacazo?

—Ciertamente.
—¿Por qué Zapata López se ha teñido
de tal manera el pelo?
—Déjalo que medite en el “florido
silencio” y en la “calma terciopelo”…

Old Chap es una flecha, una saeta.
Garufa. La tordilla maravilla,
Mignonette, está inquieta.
Jena corre una milla.

¿Cobalto o Wilful? ¿Wilful o Cobalto?
—Cualquiera de los dos, amigo mío.
—¡Un match sensacional!
Se dialoga alto
y mientras se dialoga, yo me río.

Total, Old Chap, la fija. Cubanita
ha de ser inquietud para Orellana.
Un bonito pronóstico, Rotita.
Y son las 10 y 10 de la mañana…

                                       KENDALIF

LA ALAMEDA DE LOS DESCALZOS*  

De las fronteras el murmullo,
de la fontana el arullo,
el cristal del surtidor,
la umbría de los jardines,
los bulbules cantarinos
que allí revuelan de amor;

La añoranza del pasado
y del virrey historiado
que nos dio una Pompadour,
a quien sobre sus gregüescos
hizo ensoñar versallescos
jardines de oro y azur;

La liturgia de la ermita
“cenobita”
que está al fin, junto al convento
de recorte austero y rudo
donde se abriga el hambriento
y le dan pan al desnudo;

La beata solitaria
que va a decir su plegaria,
las parejas amorosas
que se dicen otras cosas,
aquel lego y un pollino
que han unido su destino,
el granuja mataperro
que trepa al cercano cerro…

Todo esto, amable y romántico,
con la suavidad de un cántico
que trae una evocación,
reclama para esa reja
esta queja,
que se aleja,
en alas de mi canción.


Referencias


  1. En El Turf, Nº 66, pp. 49, Lima, 9 de diciembre de 1916. ↩︎